Por Mónica Delgado
Dry leaf pone en marcha lo que Hito Steyerl llama “el fantasma de una imagen”. Pero no solo se trata de una textura producida por los registros de un teléfono caduco y olvidado, de una “copia en movimiento”, o el viaje de una lenta compresión, sino de transformar esta composición marginal, más aún en tiempos de imágenes sumamente limpias, mejoradas al extremo con IA, como un terreno de una afectividad impresionista, de una nostálgica visión de tiempos ya idos, o rápidamente envejecidos. También este tercer film del georgiano Alexandre Koberidze propone a la imagen pobre como una elección, una estética consciente, una promesa de film de culto, frente a la precariedad en el pasado de este uso. Antes la imagen pobre nacía así sin salida, nacía de una forzada exclusión; hoy es una tejedura que puede producir belleza a punta de minicuadraditos que se organizan en paisajes y animales hacia la abstracción, o para decorar la memoria de una búsqueda. El odiado pixel convertido en un objeto de fascinación.
Desde el primer minuto de Dry Leaf, la denominada imagen pobre traduce un mundo del presente a punta de pixeles dilatados (como también sucede con pasajes de What Do We See When We Look at the Sky?). A pesar del pixel y de la urgencia de acostumbrarnos a la indefinición y lentitud en la constitución visual de los paisajes, de los cuerpos, de las sombras y cielos, como si se diera forma en vivo a pinturas de un neopuntillismo, sobrevive una forma de imaginación para confrontar la limpieza del 8K y el culto a la perfección de la alta definición. Koberidze nos adentra a una Georgia construida desde la imprecisión, de forma y fondo, donde por momentos este pixel, producto de la calidad de una cámara Ericsson de hace algunos años atrás, altera a percepción del viaje entrañable de Irakli, un padre que busca a su hija Lisa por todo el país.
Dry leaf, en competencia en el 78º Festival de Locarno, es una road movie y un film de investigación, y que en su forma tiene varios puntos en común con los trabajos previos del cineasta georgiano Let the Summer Never Come Again (2017) y What Do We See When We Look at the Sky? (2021): está Georgia, sus pueblos, ciudades y habitantes como componentes esenciales de este mundo representado, hay citas futbolísticas (incluso el título alude a un término en inglés para un tipo de jugada) y hay sobre todo una poética en torno a la materia de la humanidad de sus personajes. Y también hay un sentido del humor particular, muy delicado, y que aquí se patenta a partir de un recurso: hay un coprotagonista (como el caso del Levani, el compañero de viaje de Irakli, encarnado por David Koberidze, padre del cineasta) y varios extras que son invisibles al espectador y que solo pueden ver los personajes entre sí.
La música de Giorgi Koberidze, elaborada como leit motiv, y que acompaña diversos momentos del viaje del padre que sigue pistas para encontrar a su hija, dotan al film del aura acogedora de un viaje de transformación. No solo es el registro de la historia de un padre que visita una decena de campos de fulbito en diversos pueblos con la esperanza de hallar a su hija fotógrafa, quien venía haciendo un reportaje sobre este deporte popular antes de desaparecer, sino es un viaje interior de un hombre que se va hallando a sí mismo sin querer. Por ello, más que un film sobre un padre buscando a una hija, es una obra donde un personaje es arrojado a la realidad para explorar situaciones entrañables, donde los tonos de las voces de los seres invisibles, los rumbos y letargos de los animales, los atardeceres en el campo abierto -que recuerdan los trayectos de algunos films de Kiarostami- van a producir condiciones para una epifanía. Y esto es lo que logra Koberidze en su notable film de bajo presupuesto: emociones supremas a partir del derecho a la desaparición, pero por ende la obligación de detectar las huellas como otra forma de acoger lo que queda del mundo.
Competencia internacional
Dry Leaf
Director y guionista: Alexandre Koberidze
Productores: Mariam Shatberashvili, Luise Hauschild, Alexandre Koberidze
Música: Giorgi Koberidze
Reparto: David Koberidze, Otar Nijaradze
Alemania, Georgia, 2025, 186 min