Por Mónica Delgado
Al final cuando ya se ha producido la liberación, como todo film que cumple la utopía de la lucha de clases, aparece en plena pantalla negra llena de créditos la voz de Odair José, un cantante nacido en Goias, en Morrinhos, que entona Nunca mais, con la pasión de alguien que afirma que el pasado no le asusta más. El canto en tono setentoso funk y disco de Odair se funde con la reciente sensación de ver a uno de los personajes de Mascarados (también ubicado en algún lugar de Goias) romper con las barreras que lo ataban a un trabajo de explotación. ¿Es una ensoñación? ¿La materialidad de la justicia poética? ¿Es posible zafarse de las garras de un subempleo en tiempos de precariedad?
En este segundo largo, de la dupla que forman los hermanos Henrique Borela y Marcela Borela, se propone una confrontación con un sistema alienante, donde la agencia de los sujetos que toman conciencia de esta condición es vital. Este es un motivo común con otros films de una generación nueva de cineastas provenientes de Minas Gerais o Goias. Por ello, este ligero déjà vu no es casual, a tal punto que nombres de cineastas como el de Juliana Antunes o Affonso Uchoa (también en la edición del film) forman parte del equipo de producción. Pero, tampoco este déjà vu es sinónimo de alguna desventaja (o repetición) al establecer un discurso crítico sobre un mundo sometido a las reglas del mercado o del capital, sino más bien se trata de la validación generacional por explorar las representaciones dentro de un cine social y político. En este sentido, Mascarados mantiene un sentimiento compartido, y una militancia, con algunos ideales de films como Arábia o algunos largos de Adirley Queirós.
Mascarados recurre a elementos de la ficción para graficar una historia de injusticia en unas canteras de Pirenópolis, al norte del estado de Goias. Unos trabajadores se ven absorbidos por el trabajo de ser picapedreros, que les agota físicamente, y que además los deja sin derecho a nada luego de las largas horas de trabajo. Ad portas de una fiesta local, la Festa do Divino Espírito Santo, los obreros se verán en la disyuntiva de acatar o no una disposición judicial que obliga a los enmascarados a usar un número que los identifique en pleno baile y desborde. Con esta norma no solo se anula la posibilidad del libre albedrío propia de los carnavales y festividades, sino que se niega parte de la existencia social. La conciencia de la anulación del derecho a vivir plenamente debido a un trabajo explotador es el meollo de Mascarados.
La intención de desmenuzar una realidad atosigante a partir de la alienación laboral no solo une a Mascarados con el universo de los recientes trabajos de Affonso Uchoa, sino también desde la presencia de Aristides de Sousa, el protagonista de Arábia y A vizinhança do Tigre, aunque no tiene en esta ficción un protagonismo como lo tienen los personajes que encarnan Vinícius Curva de Vento o Marcos Antônio Caetano. Ambos personajes logran transmitir a través de sus silencios, gestos o movimientos toda esta libertad reprimida, que transgrede sus momentos más íntimos.
Lo más valioso de Mascarados es esa relación que se establece entre la posibilidad del goce, encarnado en las fiestas, los partidos de fútbol, las “cavalhadas” o las fiestas en discoteca donde suena una versión tecno de Bella Ciao, con el registro documental de las jornadas en las canteras, que lucen bajo control, programáticas, que marcan precisamente el agotamiento, la rutina y el sino esclavizante. Y sobre todo, el final de decisiones, simbolizado en un escape en medio de los bosques.
Competencia latinoamericana (mención especial)
Mascarados
Dirección y guion: Marcela Borela, Henrique Borela
Fotografía: Wilssa Esser
Edición: Affonso Uchôa
Dirección de arte: Carolina Breviglieri
Sonido: Guile Martins
Producción: Camilla Margarida, Henrique Borela, Marcela Borela, Rafael Parrode
Productora: Barroca Filmes
Reparto: Aristides de Sousa, Vinícius Curva de Vento, Marcos Antônio Caetano, Marcilei Caetano
Brasil, 2020, 66 min