Por Pablo Gamba
Estrella roja es una pequeña película de la provincia argentina de Córdoba sobre uno de los acontecimientos más importantes de la historia universal: la Revolución Rusa. También parece fuera del tiempo en el que debió realizarse: la lógica monumental de los aniversarios prescribía el estreno en 2017, para conmemorar el centenario. Esto no es anécdota sino fija una posición en este ensayo documental de Sofía Bordenave. Lo del tiempo es contra la musealización, la estrategia oficialista para apropiarse del pasado y esterilizar los reclamos al presente de lo que no pudo ser lo que fue. En cuanto al espacio, la cuestión es más compleja, puesto que hay en la película una evocación melancólicamente irónica del sentido literal de “utopía”. La estrella roja es el país de los soviets, pero también el Marte de la ciencia ficción.
Uno de los personajes principales de Estrella roja es Aleksandr Bogdánov, científico, autor de la novela homónima y fundador del movimiento artístico de vanguardia Proletkult. Pero ni la narradora ni Katya, que da su “testimonio” frente a la cámara, se compaginan con la edad que deberían tener si hubiesen sido parte de lo que relatan con relación a esa época. También se juega con la ubicación del personaje en el espacio, registrando a Katya en el fondo lejano de un gran plano general del Campo de Marte, en San Petersburgo, donde están las tumbas de varios muertos en la Revolución, mientras se desarrolla a su alrededor una indescifrable operación que parece de mantenimiento, pero que es cubierta por otras cámaras: las de la televisión.
Los jóvenes Nikita y Karl son presentados como que sí tuvieran la edad que parecen tener. Pero, tampoco son personajes de su tiempo: son de los llamados roofers de la ciudad rusa que fue antes Petrogrado y, después, Leningrado. En esta parte de la película, la cuestión del espacio también se hace así significativa, porque recorren los techos y exploran lujosos edificios del tiempo de la monarquía que la Revolución transformó en viviendas populares, con las consecuentes modificaciones y añadidos, pero sin perder su vieja identidad. Hoy se encuentran en estado de abandono, pero aún habitados por algunas personas, y se presentan como ruinas de dos capas: las del pasado zarista en la Unión Soviética y del socialismo en la dictadura de Vladimir Putin. Se ve a Nikita y Karl rescatar piezas de propaganda, vestigios de la utopía comunista, pero también a una anciana que vive allí como náufraga de la URSS.
Con el personaje de Karl la ironía de esta película se concede la licencia del chiste. Su nombre completo, ocurrencia de una madre con gran sentido del humor, según él, es “Karl Mars”, sin la “k” como se escribe en alfabeto cirílico el nombre del filósofo coautor del Manifiesto comunista: “Marks”. De esa manera es también como el mes de marzo y, sobre todo, como el planeta Marte, el de la citada novela utópica de 1908.
Pero el utopismo de Estrella roja parece tener una orientación melancólica dominante hacia el cientificismo, no hacia la política que hizo posible el cambio revolucionario. Al comienzo tiene una bella expresión filosófica, porque se cita a Demócrito y su doctrina de los átomos para afirmar lo que es y diferenciar lo real de lo que es opinión, desde esta perspectiva no marxista. Está en paralelismo con un plano panorámico de un paisaje sin singularidades notables, que podría ser cualquier lugar natural sin toponimios ni adjetivos y, en este sentido, también simplemente es.
Los científicos a los que se hace referencia en Estrella roja se plantearon la meta de derrotar con el conocimiento la muerte. La conquista de otros planetas se perfilaba también como necesidad de encontrar lugar para los difuntos que volverían a vivir junto a los que seguirían viviendo para siempre. El problema es que esto no parece bastar para hacer creíble este sueño. Su belleza tiene el aspecto melancólico de los proyectos irrealizables. Sin embargo, en lo que desentierran los roofers, como si fueran arqueólogos de la utopía, sí llega a percibirse el reclamo de lo que quiso ser, y el llamado a la fuerza mesiánica de la humanidad, por más débil que sea, a realizarlo.
Es un lugar común la cita de Eduardo Galeano. “Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré”, escribió el poeta, y se preguntó, en consecuencia: “¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”. La cuestión es que, si la estrella roja es un mundo diferente que sigue brillando en la noche, para moverse hacia allí hay que encontrar el modo de vencer la melancolía paralizante, que es como la muerte en vida. Para los chicos de los techos de San Petersburgo, es hacer algo tan simple y tan necesario como prestar atención y ayudar a una anciana olvidada por la Rusia de hoy.
Competencia Argentina
Estrella roja
Dirección y guion: Sofía Bordenave
Producción: Manuel Rapoport, Eva Cáceres
Fotografía: Manuel Rapoport
Montaje: Martín Sappía
Sonido: Atilio Sánchez
Música: Antú Honik, Camila Lorenzo
Argentina, 2021, 73 min.