MAR DEL PLATA. PIROGEOGRAFÍA 3: EL POLVO YA NO NUBLA NUESTROS OJOS

MAR DEL PLATA. PIROGEOGRAFÍA 3: EL POLVO YA NO NUBLA NUESTROS OJOS

Por Valentina Giraldo Sánchez

De nosotros decid
Vosotros que vendréis más tarde que nosotros
para sabernos bárbaros y antiguos,
historiadores del futuro,
de nosotros decid que fuimos habitantes
de un mundo prehumano, semidivino, semibestial,
precario, fértil en aciertos, fértil en errores

Hasta hace muy poco tiempo mis sueños más recurrentes estaban relacionados con la muerte. Más específicamente con un hombre que me perseguía para matarme o que yo estaba muerta y escondida en algún manglar o selva.

Recuerdo uno en particular: yo sabía que iban a matarme. Le decía a mis compañeros de clase y a mi novio de ese momento. No me creían. El que era parejo mío me decía que era una exageración. Que no me iba a perseguir ningún hombre y luego matarme. Al final del sueño me mataban. Un hombre me perseguía y me mataba. Yo me ponía a llorar, no porque estuviera muriendo sino porque -como nadie me había creído y yo estaba sola- nadie le diría a mi mama.

Que habitamos un país en el que las hogueras
dibujaban
en los cerros nocturnos el rojo resplandor de hoces
y martillos

Que venimos de un tiempo de tabernas y de
airadas consignas
vociferadas bajo los rochabuses

El polvo ya no nubla nuestros ojos del Colectivo Silencio hace parte de la competencia latinoamericana de cortometrajes del Festival de Mar del Plata este año. Hay un país. Hay una historia. Están las guerras. La gente que lee. Está el miedo y está la herida, y está la muerte. En esta película, a través de una serie de lecturas, se entretejen márgenes de la memoria de un país que cumple doscientos años.

Decid que nuestros perros eran largos y tristes y
caníbales

Que en la medianoche de la Plaza de Armas el
Hambre conversaba con Pizarro

 

Perú: Pantano herbáceo-arbustivo, pantano de palmeras, bosque aluvial inundable de aguas negras, bosque aluvial inundable de aguas blancas, bosque de terraza alta, varillal, bosque de colina baja, bosque de colina alta, bosque de colina de sierra del divisor, pacal y bosque estacionalmente seco oriental. Páramo.

Que la Peste nos recibió en su lecho y que nos
brindó asilo y fuimos como hermanos

Que bebíamos con la Muerte y con la guerra en
una misma mesa y reíamos juntos

Que hacíamos poemas y escupíamos de lado que
estábamos tuberculosos y que nos odiábamos
los unos a los otros

Están los sueños en los que a una la matan. Está el fin del mundo. Está el gamonalismo, esta Saturnino Huillca, esta Runan caycu. Está el país y están sus muertos. Están también los cuerpos esparcidos y están en esta película unos cuerpos evocando con ese espíritu que deviene aliento: vemos diferentes personas leyendo. Poemas, consignas, palabras. Noticias sobre desaparición. Reforma agraria. MESACARONDEMICASA, OIGADEVUELMAMEMICASA, PATRONUSTEDNOTRABAJALATIERRA.

Que traicionamos y que nos traicionaron que nos
señalamos con el dedo y que el cielo en
octubre era morado y rojo

Observo detenidamente este incendio. Vuelven siempre un montón de preguntas,  esa extrañeza de sentir que todo lo que veo y escucho y siento viendo esta película (así como me ha pasado con las otras), es un fuego que lleva quemando nuestros adentros desde hace un buen tiempo. ¿Cómo se supone que funcione una pirogeografía con fuegos que se escapan de una temporalidad lineal? Pienso en la invocación de las formas de lo que sea que signifique un país cuando veo a las personas de este cortometraje leyendo, y pienso también que soñar que a una la matan es una invocación de esas formas terroríficas en las que opera la violencia en Latinoamérica.

Que alzábamos la voz para increparnos que nos
asesinamos y nos reprodujimos y que muchos
murieron y no se dieron cuenta

“Quiero mis huesos, quiero mi cuerpo literal entero”.

Historiadores del futuro, de nosotras digan que nos comemos la tierra y que estamos tan bravas. Tan bravas, tan bravas. Historiadores del futuro, nuestra venganza es la ternura de la imagen, y nuestro testimonio un conjunto de cuerpos que se reúnen a iluminarse las caras con las llamas del cine. Pienso, en este estudio fragmentado del fuego y la pirogeografia de algunas unas películas latinoamericanas, que El polvo ya no nubla nuestros ojos reúne en la palabra un recuerdo y, a la vez, una premonición: en la opacidad del archivo y las múltiples voces están las luchas olvidadas que fabrican las preguntas de aquello que está por venir y está al final de eso que se llama nación. Hay cosas que una no sabe cómo decir cuando trata de escribir o de hablar del delirio del territorio que se habita. Hay cosas que una no sabe cómo pronunciar. Para esta pirogeografia y su fuego expansivo tuve que irme entre las ramas de un algarrobo, justo en medio de las palabras de un poema de Monserrat Álvarez que es leído en el cortometraje. El polvo ya no nubla nuestros ojos es una película que abre esa subjetividad colectiva de país y la agita con esos temblores que la lucha social produce en la memoria y en el cuerpo.

 

Competencia latinoamericana de cortometrajes
Dirección y guion: Colectivo Silencio
Fotografía: Luis Enrique Tirado
Edición: Colectivo Silencio
Sonido: Christian Ñeco
Producción: Mano Alzada, Bergman was right Films, Cineclub de Lambayeque
Intérpretes: Diana Ríos Rengifo, Jesús Orccotoma Cárdenas, Igor Alfaro Méndez, Juan De Dios Carrasco, Camila Vega Ferrari, Ana Karina Barandiarán, Pacha Sotelo Camargo, Gabriela Wiener, Whinney Ramos Laque, César Vargas, Consuelo Salas y Melvin Almonacid.
Perú, 2022, 27 min