MASTERCLASS DE WERNER HERZOG EN LIMA: UN SABOR AMARGO

MASTERCLASS DE WERNER HERZOG EN LIMA: UN SABOR AMARGO

 

Por Mónica Delgado

Hace algunos días se realizó en Lima un masterclass a cargo del cineasta alemán Werner Herzog, en el marco de un proyecto producido por Black Factory Cinema, en alianza con Promperú, a través de la Marca Perú, Inkaterra, Film in Perú, el Ministerio de Cultura y Assist Card. Esta actividad tiene como finalidad promover al país como un espacio «infinito» de locaciones, y así incentivar que cineastas, sobre todo jóvenes, vengan a Perú a filmar sus proyectos.

La visita de Herzog a Lima incluyó la realización de un evento público, un masterclass, donde el cineasta reflexionara y motivara sobre el quehacer cinematográfico, y diera algunos elementos a partir de su experiencia. Sin embargo, la exposición, que si bien comenzó con el cineasta comentando el contexto temático de algunas escenas finales de su film La cueva de los sueños olvidados, y mostrando la famosa escena del gallo en Stroszek, no tenía un eje conceptual o al menos un ordenamiento coherente. Y más bien la clase maestra derivó en una serie de «pastillas para el alma», la improvisación de tips que invitan al futuro cineasta a abandonar las usuales prácticas del cine y apostar por una visión más intuitiva al momento de concebir y poner en marcha los proyectos.

La premisa herzogiana de «no importa nadie más, tú eres la industria», parece ser un condensado que desdeña toda la institucionalidad del cine, paradójico si consideramos que gran parte del cine de Herzog, sino todo, se ha hecho dentro de esta institucionalidad. El discurso, que parece impostado, del «self-made filmmaker», aquel que se encarga de hacer su propia producción, realización, distribución y por qué no, exhibición, luce como perorata de gurú (es el tema con que Herzog se pasea por el mundo, ojo, no solo ha sido pensando para el público peruano). Pareciera que en vez de un cineasta de trayectoria y calidad indiscutible, hubiéramos tenido a un Osho encargado de levantar el ánimo en un país donde el cineasta DIY (Hazlo por ti mismo) sería la gran promesa urgente.

En Perú, como sabemos, no contamos aún con una mejor ley de cine, no tenemos cinemateca ni patrimonio audiovisual compacto y restaurado, no hay una escuela pública de cine, no hay un consejo nacional de cine ni film comission, lo cual la teoría o propuesta que promueve Herzog resulta muy atractiva, sobre todo para la inacción estatal y para la desarticulación que promueve Promperú: como no hay nada, lo mejor es prescindir de todo lo demás. Trabajar en la precariedad eterna.

El otro Herzog

En un comentario de Facebook, el comunicador Pedro Egusquiza Zevallos, habló sobre sus impresiones sobre el aspecto ético en algunas respuestas dadas por Herzog en el masterclass. La reproducimos a continuación:

«Hace poco con la llegada de Herzog a Lima y su respectivo conversatorio auspiciado por PromPerú (la plata de todos nosotros) me puse a pensar en las diversas anécdotas de la filmación de Fitzcarraldo, donde uno de los extras peruanos es casi asesinado por Klaus Kinski en un arrebato de locura. No lo mató, aunque si perdió un dedo a causa del incidente. Y si uno ve la filmografía y lee su biografía, siempre me ha parecido que Herzog encarna el concepto de acción dramática en el modo más elemental y preciso: un hombre con un objetivo que se le opone otros hombres, la naturaleza, dios. No hay mucha duda que es uno de los cineastas contemporáneos más importantes, pero mucho de lo que señaló en esa charla me hizo repensar acerca de cómo entendemos la búsqueda de la virtud estética de una obra y si es tomado en cuenta lo ético en el modo de producción de cine que realizamos.

Cuando se realizaba la charla había olvidado una crónica que Fernando Vílchez había escrito sobre el conflicto de Bagua, hasta que de pronto Muki Sabogal (actriz principal de Videofilia) le pregunta a Herzog si él tomaba una posición especial como realizador para tratar una cultura ajena en sus cintas. Él señaló que no le interesaba mucho el apartado teórico del cine, pero que siempre trataba a todo aquel que se paraba frente a su cámara como de la realeza. Luego recordé lo que escribió Fernando Vílchez y entendí que para Herzog, la realeza era de algún modo una posición ficcional.

Vílchez escribe lo siguiente: «Al segundo día, me presenté nuevamente en el congreso nativo y ofrecí dictar un taller de vídeo a jóvenes awajún. Luego dejaría como donación los equipos. Así podrían registrar imágenes o testimonios en cualquier situación, sin esperar a que llegara la prensa. Uno de los líderes más ancianos recordó, en español, que con el cine habían tenido una muy mala experiencia: en los años 80, un alemán ingresó a tierras awajún para hacer una película extraña y obligó a los indígenas a quitarse la ropa para que lucieran más salvajes en el rodaje. Al tercer día, el extranjero fue expulsado de manera violenta. Su nombre era Herzog y el rodaje era el de Fitzcarraldo. Prometí en todos los modos posibles que nuestro proyecto era distinto, y solo entonces aceptaron conversar. La negociación tomó tres meses».

Actualmente, hay debates en torno a cómo presentamos desde la ficción o el documental contemporáneo la elección de temas que conlleva a mostrar exaltadamente la miseria para así llamar a los sentidos del espectador no acostumbrado a ella, y que generalmente se exhibe en festivales internacionales. «Pornomiseria» es la categoría mencionada desde hace más de 30 años en un ensayo de Luis Ospina y Carlos Mayolo con respecto al cine colombiano. La categoría no podría aplicarse de manera tajante con el cine de Herzog, ya que no hay sólo un afán cosificador de la mirada al subalterno, sino que lo dota de agencia para poder lograr sus objetivos y así cumplir con una suerte de acción dramática a lo largo de sus obras. Pero me queda la pregunta si es que en el modo de producir las películas justificamos esta cosificación de los miembros de una comunidad ajena a la nuestra en torno a lo imperante de un guion, con el fin último de conseguir la virtud de la obra. ¿La crítica a la obra debe escapar de los detalles del mismo modo de producirla? ¿Hay cierta justificación para todo aquello que hagamos en la búsqueda de una experiencia estética?

La charla de Herzog más allá de un bonito gesto por parte de PromPerú para vender locaciones en el extranjero, me deja un sinsabor porque me demuestra que hay un proceso de alienación en el modo de producir películas que escapa más allá de las taras de los realizadores peruanos y que constituye una tendencia: ¿Se puede denominar arte algo que termina alienando a los que lo producen?».

Foto: AFP.