Por Mónica Delgado
Mañana lunes 19 de junio en Casa de América de Madrid se presenta una serie de trabajos de cineastas peruanos, entre jóvenes y experimentados, denominado ‘No por corto menos cine: Nuevas generaciones del cine peruano’, organiado por Flavio Masitas, y que muestra un panorama desde 2010 a 2017. En esta selección se opta por un recorrido variado donde priman relatos urbanos, con mucho toque cómico, de humor negro y nonsense, y sobre todo desde texturas del digital.
La Region Invisible (2010) de Aldo Salvini es ya un clásico de cortometraje nacional en la medida que pertenece a uno de los cineastas más emblemáticos del cine independiente, por sus opciones expresivas, que siempre han oscilado entre la comedia negra, el surrealismo y un tipo de filiación por la exuberancia de la dicción teatral. En este corto, Salvini emplea algunos tópicos ya marca de su cine, que apela a tomas y escenas que muestran el lado grotesco de los personajes, con primeros planos que más que una captura realista apuestan por extraer gestos que deforman los rostros en un toque para capturar una realidad extraña. Esta vez el relato describe una relación edípica, de un hijo cuarentón que decide saldar cuentas con una madre anciana, que se muestra en todo momento afectuosa.
Con guiños al cine de David Lynch, Salvini realiza una interpretación de las motivaciones edípicas, desde una comedia onírica y muy negra, donde hombres de negro y una vieja fantasmal se convierten en el puente de la otra dimensión, de esa región invisible de la que habla el título del cortometraje.
El Río (2010) de Adrián Saba muestra un adelanto de algunos tópicos que el joven cineasta ha mostrado en sus siguientes largometrajes, El Limpiador y El Soñador: personajes casi fantasmales absorbidos por un tipo de reflexión que va modificando el tiempo y el espacio, con toque a las narraciones elípticas y poéticas de un Terrence Malick. Construida a partir de los recuerdos, Saba logra empapar a su historia de recuperación del tiempo perdido de metáforas líquidas que luego tienen sentido. Va aportando una resolución, muy de trabajo de guión y de ejercicio de escuela que pese a las entonaciones de los personajes (algo declamatorias o versadas) logra cohesionar.
Por otro lado, Educación Física (2012) de Franco Finocchiario se inserta en la tradición del cine peruano que recurre al humor constumbrista, aunque aquí con toques fantásticos, en torno a un padre al cual se le va descubriendo un pasado nada empático con la profesión de docente que ejerce. En Educación Física, con la participación de actores conocidos del ámbito teatral y televisivo, y con la presencia del fallecido Aristóteles Picho, Finocchiario inicia un estilo basado en un sentido del humor por ratos negros y por ratos blancos, aunque en su trabajos posterior El Muerto, ya deja en evidencia una vía del absurdo y nonsense. Recurriendo a este sentido del humor desde el contumbrismo, En El Hueco (2015) de Germán Tejada y Daniel Martín Rodríguez, los cineastas apelan a entablar un relato sobre lo ilusorio, desde la historia de un hombre que compra una tumba al costado del lugar donde yace su amada. Lo interesante de este trabajo de la dupla de jóvenes cineastas es que conjugan precisamente este costumbrismo de burocracia, trámites engorrosos y esperas interminables con un tipo de informalidad que debido a su absurdo consiguen una atmósfera verosímil.
Asunción (2016) de Nicolás Carrasco y Rafael de Orbegoso también está en la apuesta de mostrar un universo grotesco y de humor negro, más en la vía expresiva de La Región Invisible, de gestos y acciones en primero plano, en el uso enfático del sonido y ruidos, al mostrar la decadencia de una clase social es una suerte de fábula, muy de cuento de hadas, donde una empleada doméstica es explotada pero donde aún ella puede encontrar espacio para la ilusión. Con un acabado visual muy elaborado, de blancos y negros que precisamente se sostienen en una limpieza o transparencia del digital, Asunción comienza como un film oscuro que deviene en un cuento más rosa, mostrando esa polaridad de géneros en un poco más de quince minutos.
Ricardo Ayala en Fukin Materia (2017) es un relato de ribetes fantásticos de puesta en escena de videoclip, que describe la ambivalencia psicológica de un rockero marginal. Y como varios cortos presentados en esta edición, también aborda a Lima a través de una situación cómica, de humor trillado y absurdo, de un tipo perdido en una ciudad donde su alter ego lo va manipulando o ayudando a salir de lo normal. El personaje en su deseo de regresar a casa, se ve interpelado por amigos (con actuaciones muy amateurs y poco sutiles quizás, lo que enfatiza el tono paródico), configurando un entorno de locura a ritmo de rock, y que Ricardo Ayala plasma con facilidad desde planos en blanco y negro que tienen toques de color evocando a Rumble Fish.
En Pareciera que amanece (2017) de Mateo Krystek, el más logrado de los cortos peruanos recientes, es un sensible trabajo basado en diálogos precisos, que van identificando la salida de un personaje de la soledad. Se trata del seguimiento a una cuantas noches de un joven que trabaja editando videos violentos para un canal de TV, pero que debido a esta cotidianidad metódica encuentra una salida a su aburrimiento en algunos paseos con una amiga del barrio, que lo saca de cuatro paredes para trasladarlo a una ciudad nocturna de pasajes, sombras y árboles, en un blanco y negro elaborado y que traduce muy bien el espíritu apagado del protagonista.