Por Mónica Delgado
En su famoso artículo, publicado en dos partes, de 1971, Raising Kane, la crítica de cine estadounidense Pauline Kael despotrica contra la autoría absoluta de Orson Welles en Ciudadano Kane, la punta del canon de la historia del cine. Su investigación fue fácilmente desmentida por el cineasta Peter Bogdanovich y el crítico, su gran opositor, Andrew Sarris. En ese texto, Kael sostiene, con el fin de ir en contra de los defensores de la llamada política de los autores, que Welles no fue el autor absoluto de Ciudadano Kane, y que el peso de la autoría recae en la figura del reconocido guionista Herman J. Mankiewicz (quien había trabajado con Josef von Sternberg o los hermanos Marx) y cuestiona algunas decisiones de estilo, de la puesta en escena, y del contexto atribuidas -y asumidas- por Welles. Era acaso este primer film de Welles, ¿una obra de autor?
Más allá de esta problemática que establece Kael, su texto queda como una gran conjunción de frenesí cinéfilo, de citas, de relaciones sobre el mundo del periodismo, la producción millonaria, el entorno de los guionistas, la afición al teatro visto como cine, y el sistema apabullante y mercantil de Hollywood. Es decir, resalta en su análisis, la importancia de los contextos, pero también porque concluye que Kane es, sobre todo, una parodia sobre un magnate del periodismo, un relato irónico sobre lo nacional.
Peter Bogdanovich, en un artículo publicado en Esquire, en octubre de 1972, titulado El motín de Kane, responde a Kael, y sostiene que él ha entrevistado al mismo Welles y aclarado los puntos que ella ha logrado desinformar, sobre todo desde la relación del famoso cineasta con Mankiewicz. El texto es rico en detalles, y sí, deja mal parada a la crítica en varios puntos, sobre todo, porque conocemos del mismo Welles los detalles en las decisiones de la fotografía de la mano de Gregg Toland, del expresionismo de las imágenes, y de la colaboración que realizó con Mankiewicz. Sí, Welles no era 100% autor de Kane, pero sí deja en claro que enriqueció el guion y lo nutrió espectacularmente de diversos elementos de la época, de la radio o del teatro.
“Kane se acerca más a la comedia que a la tragedia, aunque se ve tan sobrecargado en estilo que parece casi una comedia gótica (…) El misterio de Kane es en gran parte falso, y la atmósfera de thriller gótico y el truco de Rosebud (aunque divertido) es de una teatralidad popular tan obvia y espantosa que no son muy diferentes de los misterios falsos que usaba el American Weekly de Hearst, con sus castillos encantados y maldiciones cumplidas. Ciudadano Kane es una obra maestra popular, no en términos de popularidad real, sino en términos de sus concepciones y la forma en que se ríe y expone sus puntos. Posiblemente era demasiado compleja para transformarse en un taquillazo, pero nunca podremos decir si pudo convertirse en un éxito modesto, porque no le concedieron ni la menor oportunidad para que lo fuera” [1].
Este ejemplo materializa el instinto de Kael, ya que de alguna manera confirma el tono cómico. Para ella, este es el verdadero final del Ciudadano Kane. El uso de las escenas de descarte en los créditos, corrobora el pastiche. El toque humorístico como cierre de una épica.
A través de estos planos, Welles pone en evidencia la intención de la perfección con el cuidado en la puesta en escena, mientras que Kael toma la secuencia de créditos como el tono superficial que
debilita al autor.
Pauline Kael: Ciudadano Kane como comedia gótica from Desistfilm. on Vimeo.