Por Mónica Delgado
La competencia internacional y principal de la Berlinale de este 2024 estuvo marcada por las usuales cuotas territoriales y el eclecticismo formal. Nada nuevo bajo el sol. Obras de autor, como se les llama, pero también películas de género, que pueden encajar fácilmente con el gusto de la platea de los cines comerciales. Por un lado, hubo bastante del criterio de selección de años anteriores, y que tienen el sello de su director artístico Carlo Chatrian, y por otro, la necesidad de contar con nombres que ayuden a visibilizar un prestigio ganado o catapultar trabajos de cineastas emergentes. Por ello, reunimos en el siguiente texto, cuatro films que sintetizan estas premisas.
Hors du temps (Suspended time) es un film abiertamente autorreferencial del reconocido cineasta francés Olivier Assayas. Es una película que se inscribe dentro de las memorias pandémicas de un director de cine en periodo de cuarentena, Etienne (Vincent Macaigne), quien vive fuera de la ciudad, en una casa de campo junto a su pareja, su hermano Paul (Micha Lescot) y la esposa de este. Esta nueva y obligada convivencia afirma el perfil neurótico de Etienne, y que encarna de manera efectiva uno de los actores franceses del momento, quien ha trabajado con Justine Triet, Guillaume Brac, Philippe Garrel, Bertrand Bonello, Catherine Corsini, entre otros. Etienne encuentra en el lugar una oportunidad para inspeccionar recuerdos filiales, sobre todo los vínculos con el padre ya fallecido, y algunas deudas pendientes, con el hermano, y con otras personas que forman y formaron parte de su vida.
Este nueva película de Assayas, incluida en la competencua internacional, tiene vínculos con las tramas familiares de su film anterior Summer Hours (L’heure d’été, 2008), sobre todo en la centralidad de la casa de campo, en los espacios del lugar rural que sirven como cobijo de confesiones o anécdotas, que incluyen besos en el bosque y paseos en terrenos de verdor. Y la primera parte de Hors du temps, narrada por una voice in over, relatando algunas memorias del pueblo y de la casa, de la vida con el padre, sobre planos fijos de espacios, es la promesa que luego se desvanece. Había en esa decisión una puerta abierta hacia el testimonio del mismo cineasta sobre su pasado y sobre esta nostalgia que surge en periodo de aislamiento, como una certeza ante la perdida y ante lo irrecuperable. Pero luego el film se orienta más a explorar la naturaleza neurótica del personaje de Etienne en tono tragicómico, y que deviene en el alter ego de Assayas, con muchas referencias al mundo de los rodajes, del cine, de las producciones francesas, incluso alguna sobre su ex esposa Mia Hansen-Løve. Este curso del film, en su tono de humor, en la perspectiva de la pandemia por la COVID 19 desde el privilegio, en el egocentrismo del personaje de Etienne, hubieran funcionado mejor si es que no tratase de las vivencias personales del mismo Assayas, ya que se percibe una entrega de la autorreferencialidad innnecesaria, por momentos vacía, y por ello, marcada por una puesta en escena en declive. Para ser un retorno al largometraje, luego de la regular Non-fiction (2018) o las estupendas Personal Shopper (2016) o Clouds of Sils Maria (2014), este nuevo film de Assayas luce deslucida, quizás contagiado del hartazgo tras la pandemia.
Margherita Vicario es una cantautora y actriz italiana conocida, y que presentó su primer largometraje en la competencia oficial de Berlinale. Gloria! es un musical muy dentro de la convención del género y que cuenta con un reparto juvenil, formado por Galatéa Bellugi, Carlotta Gamba, Veronica Lucchesi, Maria Vittoria Dallasta y Sara Mafodda. El film se ambienta en Venecia, en el año 1800, dentro de un internado de jóvenes, también huérfanas, que va formando futuras mujeres en el mundo de la música. Se anuncia la llegada del Papa, a quien deben componer y presentar una nueva obra. El responsable de la composición es el sacerdote de la capilla del lugar, quien a su vez es un personaje corrupto y que guarda algunos secretos sobre algunas de las jóvenes en la escuela. Las estudiantes proponen en secreto un plan alternativo: realizar una cantata para el Papa, a partir del hallazgo de un pianoforte en el sótano, y a partir de esta nueva composición, demostrar los dotes creativos de las mujeres para la música y no solo en la ejecución y coros, roles tradicionales que replican sin chistar.
Si bien el film está ambientado históricamente en Venecia y en dentro de un entorno musical con mucha herencia de grandes compositores, a la cineasta Vicario le interesa el artificio de lo anacrónico. Utiliza canciones de espíritu pop del siglo XX para mostrar la creatividad y resistencia de las mujeres en esta época represiva y machista, logrando también asociar estas luchas a algunas premisas de un tipo de feminismo. Sin embargo, solo queda la impresión de un pastiche mal ejecutado. Hay una finalidad política en el modo en que Vicario establece las redes de sororidad entre las jóvenes del colegio, sin embargo, todo queda en un delirio antojadizo, donde las problemáticas se resuelven en un final trillado y complaciente. Por otro lado, Gloria! se percibe como un film que le podría ir bien en plataformas de streaming, ya que alude a varios elementos que podrían ser exitosos en un público más amplio: uso del pop, sororidad express y a la carta, y toques de resistencia femenina de manual.
La dupla Veronika Franz y Severin Fiala vuelve a los códigos del suspenso, aunque aquí marcados por la truculencia del thriller psicológico. Si bien el título de este nuevo trabajo alude a los códigos del terror, The devil’s bath (Des Teufels Bad, 2024) es más bien un film de reconstrucción e imaginación histórica, que recrea el Austria rural de 1750, a partir de algunos documentos sobre el destino judicial de algunas mujeres. Ya la dupla ha explorado la psique femenina con la intención de realizar otros abordajes de género, en películas como Goodnight Mommy (2014) o The Lodge (2019), y este nuevo largometraje no es una excepción.
Agnes (Anja Plaschg) es una joven mujer que se casa con un habitante del pueblo contiguo, Wolf, quien aún mantiene vínculos fuertes con su madre y tiene algunas actitudes que lo distancian de su nueva esposa. Agnes es devota y muy creyente, y toda su fe se concentra en lograr ser madre. Sin embargo, diversas circunstancias lo impiden, y esa situación desarrolla una crisis de histeria, que la lleva a una fuerte depresión. Los cineastas se encargan de presentarnos otros casos similares, a modo de muy breves subtramas, para revelar un férreo sistema de violencia y de salida a estas situaciones de excesiva melancolía, usualmente en personajes desclasados o al margen de la tradición y normalidad del pueblo. No se puede revelar en qué consiste este sistema, porque se arruinaría la experiencia a los futuros espectadores, sin embargo, los cineastas logran dotar al film de todo un tramado social que hace parecer a este pueblo austríaco aún perdido en el supuesto oscurantismo medieval.
El problema con el film es que la histeria de Agnes luce superficial, en la medida que se cae en los mismos prejuicios de las miradas masculinas sobre esta debilidad femenina. Se comprende que los cineastas quieren incrustrar la sensibilidad de su personaje en el entorno represivo de una época, pero no se percibe presión social alguna, solo la asimilación de la maternidad como una salida a la soledad si más ni más. Por otro lado, hay una intención de marcar los tabués como parte de los dogmas religiosos, pero luego aparecen celebraciones marcadas por un tinte salvaje que generan contradicciones en torno a la posición intransigente de estos pueblos, que lueo se entregan como si nada a lo dionisiaco. Quizás la intención de los cineastas es mostrar precisamente esa contradicción, pero caen en el típico recurso de apelar a un discurso de la crueldad, que da tan buenos réditos en los festivales europeos.
Architecton, el reciente trabajo del cineasta ruso Victor Kossakovsky, formó junto a Dahomey la delegación documental dentro de la competición. Pero la apuesta del realizador ruso es distinta al film de Mati Diop, en su tratamiento y transfondo social. Este film es un ensayo crítico sobre determinados materiales que han poblado la historia de la arquitectura y por ende la historia de la civilización. Desde el inicio, Kossakovsky construye una puesta en escena centralizada en el uso del drone, que va graficando paisajes de la destrucción, en confrontación con imágenes extractivistas del mundo de la minería, pero no con un film político o de denuncia, sino más bien para hacer un análisis de tipo filosófico, junto a las reflexiones y visitas del arquitecto italiano Michele De Lucchi, sobre el uso del concreto desde un plano meramente estético.
De esta manera, Architecton, va argumentando sobre todo desde las imágenes de un drone aspectos dominantes en una historia de la arquitectura desde sus restos, que van desde las ruinas del templo de Baalbek en Líbano (60 d.C.), hasta la devastación de ciudades debido a terremotos o guerras. Sin embargo, estas imágenes de excelente factura, a tal punto que podrían resultar estetizantes (un colega las llamó catálogo de salvapantallas), también se revelan como artificio en un discurso paradójico que pretende defender un tipo de naturaleza que se ve ninguneada ante el concreto o el hormigón desde el uso de una herramienta como el drone, que genera una perspectiva artificial de la mirada, desde dónde se graba o filma. Ruinas vistas desde el cielo o alturas, en movimientos de cámara que sugieren un tipo de observación mecanizada.
Hay una parte del film, hacia el final, donde se habla de que el hormigón o el cemento es feo. Y allí radica la trampa del film, que desmerece a estos materiales por no ser “bellos”, por no haberse compenetrado con la misma naturaleza o tierra que los produce. “Abajo el brutalismo y otras apuestas estéticas que afean el panorama”. Las ciudades lucen afeadas desde esta visión eurocéntrica de los materiales, imposible de trasladar a territorios latinoamericanos de adobe, quincha y triplay.