Por Pablo Gamba
El Doc Buenos Aires se hace este año en circunstancias mundiales marcadas por la invasión de Rusia a Ucrania, y la tensión entre China y los Estados Unidos por la independencia de Taiwán. Son tiempos de una guerra que se extiende del ámbito militar a la economía global y que podría escalar a conflicto directo entre superpotencias. Sin embargo, se supo evitar la tentación, en la que cayó notablemente Sheffield Doc, de presentar un programa en solidaridad con el pueblo ucraniano, objetivo política y moralmente encomiable, pero que se tradujo en una programación de películas hechas urgentemente en ese país que no hacían justicia al principal valor que hay que defender en un festival de cine, y que no es otro que el cine mismo. No obstante, dos documentales de la sección Planos de Todo el Mundo, que se exhibieron juntos en el Doc Buenos Aires, se acercan con lucidez a la historia de las guerras europeas, que ha cobrado nuevamente relevancia con el conflicto en desarrollo. Uno es el mediometraje rumano Memorias del Frente Oriental (Memories from the Eastern Front), de Radu Jude, ganador del Oso de Oro en el Festival de Berlín el año pasado por Sexo desafortunado o porno loco, y el actor de esa película Adrian Cioflânc?. La otra, Antes del tiempo (Time Before and), segundo largometraje de la alemana Juliane Henrich, que se estrenó en Dok Leipzig.
Memorias del Frente Oriental tiene algo del ácido humor negro de Jude. El cineasta vuelve aquí al trabajo con fotografías y al tema de la participación de su país, bajo la dictadura del mariscal Ion Antonescu, en el campo nazi-fascista en la Segunda Guerra Mundial. Pero la película se presenta como un “álbum familiar” del Sexto Regimiento del Ejército, que intervino en la invasión de las fuerzas del Eje a la Unión Soviética. Los rumanos llegaron a entrar en Ucrania y libraron la Batalla de Odesa. Ante la cámara se van sucediendo las hojas del “álbum”, y también la tapa y la contratapa, que tienen el aspecto característico de estos repositorios de recuerdos íntimos. Las fotos se ven con el borde y las notas al pie escritas a mano, pero también ocupando totalmente el espacio de la pantalla y reencuadradas en detalles de los rostros, en particular de los judíos que las tropas rumanas fueron exterminando a su paso. Se intercalan fragmentos de documentos oficiales que ponen de manifiesto otros detalles significativos de la campaña, como el patriotismo ridículo que llevaba a condecorar a un número exagerado de soldados, el celo de los mandos en la ejecución del genocidio y la humana resistencia de algunos soldados al asesinato a sangre fría.
No hay sonido en la película. Formalmente, es un correlato fílmico de la imagen fotográfica, pero sobre todo una metáfora del silencio de la historia oficial acerca de ciertos hechos del pasado de Rumania. Esto lleva a recordar, irónicamente, el lugar común que compara a los cines nacionales con un álbum de fotos familiares de la nación. Aquí se asume esto como una responsabilidad y un compromiso para llamar la atención sobre que los antepasados de la nación de hoy no solo fueron comunistas sino también nazis. Además, ubica al mediometraje en un espacio político-cultural que reivindica el cine, enfrentado con las representaciones geopolíticas de la guerra como cuestión “ideológica” o de seguridad nacional que prevalece sobre la vida de las personas, y “justifica” invadir y matar. De allí que esta película sea pertinente en el contexto internacional actual aunque se estrenó antes de la invasión a Ucrania.
Antes del tiempo relata un viaje de Henrich a Krasiejów. Es una de tantas aldeas de Europa Oriental sobre la cual han ejercido la soberanía varios Estados a lo largo de la historia, con consecuentes cambios de nombre, acordes con los de la identidad oficial. Después de la Segunda Guerra Mundial, volvió a ser parte de Polonia, como se supone que lo fue en sus orígenes, pero ha sido una localidad prusiana, alemana e incluso checa y en 1919 hubo una insurrección de habitantes de origen polaco que querían reintegrarla a ese país. En contrapunto irónico con las capas de pasados nacionales que se superponen en el espacio, es un sitio célebre por los restos de dinosaurios, con un parque temático al respecto. La cineasta, sin embargo, advierte que los huesos no se encuentran, necesariamente, en el lugar de origen del animal.
Los nazis llamaron a la aldea Schönhorst, tratando de borrar todo vestigio de “polonidad”, y construyeron allí un balneario que fue lugar de descanso para sus tropas –el “lago de Hitler” lo llaman en la película–. También un gran anfiteatro al estilo griego y otras obras que los polacos, lógicamente, derribaron en cuanto pudieron. Esto establece un vínculo entre esta película y Memorias del Frente Oriental. Otro son las fotos del comienzo, de un real o supuesto abuelo del personaje de la realizadora –interpretado por una actriz–, y que justifica el viaje como una búsqueda de los orígenes familiares y, por ende, de la identidad de Juliane Henrich. Lo que distingue a esta película de tantos otros documentales de la memoria es que relata el fracaso del proyecto de la realizadora. Si en la búsqueda del abuelo en Polonia se percibe cierta inconformidad con su condición de alemana, lo que allí encuentra no hace sino poner de manifiesto que es extranjera, en particular en las escenas en las que trata de interactuar con los polacos. Correlativamente, el relato se descompone, no solo en episodios inconexos sino incluso en planos que por sí mismos no conducen de uno a otro, ni los amalgama tampoco la voz de la narradora.
La mayor ironía puede ser la puesta en cuadro de la actriz que representa a Henrich. Esto es un lugar común del documentalismo que se acerca a las narrativas hegemónicas con la introducción de la cineasta de manera análoga a un personaje de ficción. Pero quizás se trata, justamente, de quebrar la familiaridad que se busca para facilitar la comunicación y frustrar las expectativas de un espectador que pudiera haber esperado, por tanto, la reiteración de lugares comunes sobre la identidad. También es más que un chiste la cuestión de los dinosaurios como búsqueda del pasado sepultado, aunque al final lo parezca. Por el contrario, las capas de vestigios que han quedado de los cambios históricos de soberanía sobre la aldea quizás puedan atribuirse algún día al tiempo remoto, como otra era geológica, que fue el mundo dividido en Estados nacionales. Quizás haya en esto una aspiración a lo que debería venir después de que las tropas rusas sean expulsadas de lo que hoy es Ucrania, por ejemplo, aunque Antes del tiempo se estrenó, igualmente, antes de la invasión.
Planos de todo el mundo
Memorias del frente oriental
Dirección: Radu Jude, Adrian Cioflânc?
Producción: Ada Solomon
Fotografía: Marius Panduru
Montaje: C?t?lin Cristu?iu
Rumania, 2022, 30 min.
Antes del tiempo
Dirección, guion, fotografía y montaje: Juliane Henrich
Producción: Thomas Kaske, Juliane Henrich
Sonido: Tom Schön
Música: Benedikt Schiefer
Interpretación: Nanina Matz
Alemania, 2021, 80 min.