Por David S. Blanco
Otro de los platos fuertes de la competición, era la vuelta a Gijón del Enfant Terrible, Harmony Korine con The Beach Bum. Ya estuvo en el festival de cine de Gijón hace mas de 20 años con la celebrada Kids, pero tenerle en una sección oficial tan vanguardista como esta, es un auténtico regalo.
En esta nueva película – y por qué no decirlo, ida total de la cabeza – el norteamericano nos presenta a Moondog, un poeta, vividor y absoluto superviviente de la sociedad amaestrada y alienada en la que vivimos el resto de los mortales. Korine se vuelve a rodear de Benoît Debie en el aspecto fotográfico, para deleitarnos como ya hicieron en Spring Breakers, con saturaciones cromáticas de una belleza incomparable. Todo rebosa de color en una película sin grises, tanto morales, como estilísticos. Todo es extremo, recargado, y excesivo. Un alegato hacia la libertad absoluta del individuo, por encima de la sociedad, al coste que coste. Posiblemente, este sea uno de los puntos que a cierto espectador pueda echar para atrás, pues se hace humor de situaciones que cada día son mas inconcebibles en el clima de corrección en el que vivimos, pero que no dejan de ser extremadamente divertidas, y sorprendentes.
En lo formal, vuelve a repetir arquetipos usados en Spring Breakers, como el montaje conceptual que rompe la linealidad temporal y espacial, saltos de eje y cambios de campo norte-sur para radicalizar ciertos momentos de la película, y actuaciones absolutamente salidas de los marcos dramáticos más académicos. Todo está potenciado de una lunática y grandilocuente forma, que lo amas o lo odias. Por otro lado, como ya viene siendo costumbre con este director. Yo soy de los que está en el primer lado de la batalla.
El festival vuelve a apostar por el cine asturiano en la sección oficial, con El trabajo o a quién le pertenece el mundo, híbrido entre ensayo y documental ficcionado, de Elisa Cepedal. Se trata de obra contenida, sin artificios, y de lenta digestión. Mientras una voz en off nos contextualiza la dramática crisis de los mineros asturianos, unos niños de un colegio son testigos de las trifulcas entre los antidisturbios y un grupo de huelguistas de la zona. Con esta premisa, Cepedal articula un relato sobre el clima de desesperación que se vive en esa sociedad casi abandonada, frente a las grandes urbes centralistas. La película posa el ojo clínico y directo sobre el conflicto, pero que se apoya en cierto modo en la reflexión existencialista a través de las imágenes, en un ejercicio de interesante valor introspectivo, aunque quizás, sea mas disfrutable por alguien de la propia zona, que de los que observamos esta historia como foráneos.
Asistimos al nacimiento de una gran directora. La canadiense Geneviève Dulude-De Celles debuta en el mundo del largo con la ganadora de la sección Generation plus de la Berlinale en 2019. A Colony es la historia de Mylia, una joven que vive en una zona ruralizada de Canadá, y que tiene que empezar a estudiar en un nuevo instituto, mucho mas centralizado en la zona urbana de la ciudad. Esta adaptación, no será fácil, pues tendrá que verse sometida a pasar por el aro de la integración, intentando conservar su esencia, sin sucumbir a su persona artificial.
La directora nos regala uno de los mejores y mas íntimos coming of age de esta década, donde su precisión en el plano es asombrosa, unida a su fascinación por lo real y cercano, de situaciones comunes y fácilmente recreables en cualquier familia de la actualidad. La película, como buena coming of age, es el viaje hacia dentro de uno mismo, hasta encontrar su lugar en el mundo sin sucumbir a las circunstancias. Aunque no solo es eso.
Valores como la tolerancia, los pasados tortuosos, o incluso, el racismo, se ponen encima de la mesa sin caer en los típicos cliché o subrayados absurdos. La cinta es sutil, magnética, y esperanzadora, y es uno de los mejores alegatos que servidor ha podido ver sobre el mito de la adolescencia, acerca de esos años previos a la mayoría de edad, en los que las bases de la persona que será en el futuro, empezarán a sembrarse hasta el final. Y en ese final, no hay más que la mejor película que he podido ver en este festival hasta el momento.
En el festival de cine de Gijón hay sitio para la animación dentro de la competición. Y nos alegramos. L’extraordinaire voyage de Marona, de Anca Damian, es una cinta que recorre el viaje, desde el nacimiento hasta la muerte de una perrita, que nos irá narrando toda la película en voz en off, siendo testigos de los momentos mas íntimos de su viaje, y en ciertos momentos, de los sinsentidos de la existencia.
La animación de la película es fabulosa, y se aleja de todo lo que podemos imaginarnos de las grandes productoras norteamericanas. Aquí todo se disuelve, se deforma y se adapta, de forma cambiante, como la propia vida, llena de pasajeros y compañeros alternos, dueños mortales, y ternura incontrolable. Una tierna cinta para toda la familia.