Por Mónica Delgado
Ante el vigente conflicto entre Rusia y Ucrania, los programadores toman con pinzas las películas rusas que aparecen en competencias o muestras de sus festivales. Es obvio que los cineastas no deberían pagar las consecuencias de destajos ideológicos (recordemos que hubo festivales que vetaron a films rusos, solo para mostrar así una adhesión inmediata a Ucrania); sin embargo, aquellas películas que directa o indirectamente se conviertan en una posibilidad de afrenta crítica al actual gobierno de Putin, serán bienvenida. Dolomite and Ash es una de ellas.
Dolomite and Ash, presentado en la sección Bright Future del reciente festival de Rotterdam, es el primer largometraje de la cineasta Toma Selivanova. Ella, quien ha escrito el guion y dirigido, también actúa y encarna a la protagonista, Dina, una joven documentalista que está haciendo un film sobre las desapariciones forzadas del estalinismo y sobre las búsquedas emprendidas por seres queridos para recuperar cuerpos y memorias. Ella viaja a las zonas donde se desarrollaron fases del sistema Gulag, que servían de prisiones o campos de trabajo y concentración, ahora inmensos bosques o ruinas inmensas, con el fin de hallar pistas simbólicas sobre estas desapariciones y registrarlas. La acompaña Johan, un sonidista alemán, que no conoció a su abuelo, debido a que desapareció en tiempos de la URSS en la segunda guerra mundial. Johan está comprometido con el proyecto audiovisual, pero sobre todo porque es una oportunidad de encontrar alguna información sobre su pariente desaparecido.
La estructura sentimental de la trama funciona, es decir, una rusa y un alemán -separados históricamente- ahora unidos para escarbar terrenos y emociones del pasado. Sobre todo en su viaje a la Rusia rural actual, que se percibe como un territorio que suelta pistas con cada paso: botones, pedazos de ropa, cabellos, huesos, etc. y que se confronta con las políticas de represión del gobierno actual. Así, este viaje permite mostrar cómo funciona determinada burocracia o la policía en la Rusia de Putin. Sin embargo, a Toma Selivanova no le interesa centrar este proceso de recuperación de memorias como eje del film, sino que le agrega un componente amoroso y tortuoso entre la cineasta y el sonidista. Esta urgencia de la cineasta por apostar por esta subtrama de romance y separación hace que el film tambalee, ya que la búsqueda que compromete una memoria familia e histórica de Johan queda sacrificada por un amor de telefilme, a punta de diálogos pueriles y de fast-forward.
La premisa de hacer un film sobre este legado inevitable del Gulag podría haber resultado interesante, además tratándose de una historia de una cineasta que hace una película y que tiene a la mano una serie de elementos que exploran la visualidad de la obra en sí. Sin embargo, los resultados de este registro quedan en el aire, casi como una anécdota. También el componente sonoro tiene cabida (por algo eligió a un sonidista como acompañante de su protagonista), sin embargo, todo queda a medio camino, y se echa por la borda la reflexión sobre el trauma y su persistencia a cambio de una antojadiza historia de amor.
Sección Bright Future
Dolomite and Ash
Directora: Toma Selivanova
Guion: Toma Selivanova
Fotografía: Florian Berutti
Editor: Dasha Danilova
Diseño sonoro: Nikita Gankin
Música: Alexander Galiano
Reparto: Toma Selivanova, Anton Rival
Rusia, 2024, 90 min