LIBRO: DEL SIGLO AL MINUTO. CRÓNICAS SOBRE MÁQUINAS Y CINEMA DE CÉSAR VALLEJO

LIBRO: DEL SIGLO AL MINUTO. CRÓNICAS SOBRE MÁQUINAS Y CINEMA DE CÉSAR VALLEJO

Foto: Casa de la Literatura

Por Mónica Delgado

Ya está a disposición Del siglo al minuto. Crónicas sobre máquinas y ciencia, de César Vallejo, libro editado por la Casa de la Literatura Peruana, y que contiene 26 crónicas escritas por el poeta entre 1925 a 1931. Estos textos escritos en París o Moscú fueron publicados en diversos medios peruanos y extranjeros. La selección y presentación estuvo a cargo de los investigadores de la Casa de la Literatura, Yaneth Sucasaca, Mariana Rodríguez y Rodrigo Vera. Describiremos la relación como espectador en torno al cinema desarrollada en estas páginas.

Si bien el título del libro “Del siglo al minuto” es un verso de un poema de César Vallejo, publicado en la revista Favorables París poema en 1926, su elección por parte del equipo editor de la Casa de la Literatura sintetiza una idea que atraviesa varios de los textos reunidos en esta edición: la velocidad con la que se percibe al tiempo, y por ende a la velocidad que emerge desde las imágenes mismas de este tiempo vertiginoso.

También el título se asocia a una afirmación que realiza Vallejo en su conocido artículo Vanguardia y retaguardia de 1928, y que está incluido en esta selección: “El horario de toda creación se cuenta por milésimos de milésimos de segundo y no por siglos”; una premisa de aliento crítico sobre uno de los elementos que marca el destino y ritmo de esta época de cambios y novedades: la velocidad que todo lo transforma, o deforma. De esta manera, la velocidad es percibida en estos textos como interrupción de la suspensión, del detenimiento, de la reflexión, como marca de una época rápida y trepidante. Velocidad a la que hay que hacer frente.

Estas crónicas de Vallejo permiten explorar su sensibilidad y ánimo en torno a esta época de innovaciones tecnológicas, del peso de esa modernidad calibrada por máquinas e inventos, además una sensibilidad también marcada por el influjo pesimista de un periodo post primera guerra mundial, y también desde su apuesta por el socialismo. Apuesta política que le incitó a ver con desconfianza las premisas del futurismo, por ejemplo, posición estética a la que atribuía una exaltación de las máquinas por ser la celebración de la vacuidad de una carcasa.

Ante todo, estos textos de la selección realizada por Rodríguez, Sucasaca y Vera, permiten imaginar los elementos de una sensibilidad ante estos cambios, y no la sensibilidad de cualquier espectador de esos años, sino aquella que surge de la mirada de un poeta, de un escritor, de un migrante, además muy atento a todo aquello susceptible de ser moldeado y transformado por estas modas de la máquina, la velocidad y la creciente tecnología. La de Vallejo cronista es una mirada pensada para que llegue a un lector o lectora peruano, limeño, que lee revistas, que está a la expectativa de todo lo que viene sucediendo al otro lado del Atlántico. Si revisamos las diversas crónicas en diarios o revistas sobre los sucesos de esos años, entre 1925 y 1929, había un interés por transmitir estos ecos de lo moderno, asociado a las modas, a los espectáculos, y las novedades literarias o musicales, sin embargo, y como bien capta Vallejo, también se intuye un público lector interesado en conocer más del terreno de las invenciones o nuevos descubrimientos científicos. O al menos tenía el interés de que eso se perciba desde aquí.

Por un lado, el acercamiento que hace Vallejo está trazado por el tono periodístico, desde la libertad creativa que permite la crónica, con descripciones de visitas a cátedras y laboratorios, con opiniones sobre noticias leídas en otras medios, además con un estilo narrativo que evoca viejos relatos fantásticos poblados de personajes inventores desquiciados y de inventos que podrían probar una nueva y disparatada somatización entre máquinas y cuerpos humanos y animales. Todo es descrito como si fuera parte de un mundo moderno pero alocado donde monas tienen implantes de úteros humanos, o donde el doctor Voronoff o el profesor Charles Henry burlan las leyes de la convención. Y por otro, pese a esa fascinación con la que Vallejo describe este submundo inventivo, quizás atraído por la figura del creador o por la posible decadencia del creador (más aún cuando en algunos casos culpa a estos sabios de poca rigurosidad), su mirada es la de la desconfianza ante estos procesos que enaltecen a las máquinas, ya que sería un síntoma de un mundo que se va deshumanizando.

Desde la valoración de su papel como espectador es que Vallejo nos acerca a su lectura sobre el cinema como un acontecimiento capital de este mundo modernizado, pero es a la vez un invento técnico y una expresión artística que puede aportar a que los hombres y mujeres obtengan libertad en un mundo mecanizado. Para Vallejo, desde lo que reflejan estas páginas, hay al menos dos tipos de cinema, uno hecho de artificios, o que sigue aportando a esta exaltación gratuita de las máquinas, y otro cinema que desde su expresividad y temática responde a la lógica de sus ideales de transformación de la naturaleza humana, libre y creadora, lejanos de cualquier “progreso material contemporáneo”: un cinema que humaniza. Y además, en estas páginas, Vallejo reflexiona sobre algo inherente a la experiencia cinematográfica, y a su idea de velocidad o movimiento, la imposibilidad de la muerte desde la captura de la realidad, ideas de la preservación de lo real que encontramos en esas imágenes que crean sentidos del mundo, o como dijera el poeta a través de imágenes “donde la muerte ya no tendrá importancia”.

Así, Vallejo sintetiza toda su posición ante el cine, que es evidentemente una relación de tensión. Aunque el poeta no desdeña totalmente a la técnica del cinematógrafo, valora la experiencia que propicia (como cuando relata los experimentos de proyección a tres pantallas del cineasta Abel Gance), siempre y cuando permita nuevos sentidos y significados para el espectador libre, uno que está dispuesto a dejarse llevar por la fuerza sensorial de las imágenes. Y en este sentido, como cuando se refiere a Ben Hur (1925) de Fred Niblo o a Metrópolis (1927) de Fritz Lang, el cinema debe ser una expresión que ponga en relación armónica dos componentes o dualidad, la del mundo material y espiritual (puesto que el film de Niblo proviene de la creciente y satanizada industria de los estudios estadounidenses). Así, esta armonía contribuirá a una meta esencial: “abominar al becerro de oro”.

Descarga del libro aquí.

Del siglo al minuto. Crónicas sobre máquinas y ciencia
Ediciones Casa de la Literatura. Colección Intensidad y altura.
ISBN: 978-612-4456-25-1
Lima 2021, 134 p.

*Texto leído en la presentación del libro realizada el pasado 4 de diciembre en la Casa de la Literatura.