
Por Mónica Delgado
En este reciente film del cineasta Dane Komljen, nacido en la ex Yugolasvia, hay mucho del universo que suele materializar en sus anteriores obras. Podría decirse que este mundo que imagina en sus obras, la naturaleza aparece nuevamente como ente bucólico y de cobijo de libertades anheladas, como respuesta a la angustia citadina. Por ello, la forma lánguida de planos largos, escasos diálogos o tiempos muertos que elige encaja con la percepción de inestabilidad de su protagonista, que a su vez se ve interpelado o intervenido por personajes atravesados por el dolor, la guerra, la pesadez misma de la existencia desde la performatividad de sus cuerpos, andares, acciones fantasmales, como si se tratara de entes que apenas pueden proyectar su materia en soledad. En Desire lines, Branko (Ivan Cuic) encarna a un joven aislado, voyerista, que transita las calles nocturnas de una Belgrado gay: cruising, sexo violento o fetichismo como formas masculinas de placer, y que el personaje accede como testigo o quizás como alguien en un limbo temporal. Desde estos recursos que van abstrayendo la narrativa, Komljen se aleja de realismo alguno y nos adentra en imágenes que transmiten afectos ásperos e inasibles reflejo de una subjetividad en crisis.
Poco a poco, el personaje de Branko se ve inmerso en la búsqueda de alguien, que parece ser su hermano, en escenas de carácter críptico, un ente que aparece tan impasibloe ante la existencia como él. Hay un transfondo de conflicto que justifica este comportamiento austero, minimal o figural de los personajes; una apatía líada a los territorios que se habitan. Sin embargo, en un segundo acto, Branko se ve involucrado con una nueva colectividad, asociada al mundo de la naturaleza, del campo, del bosque que lo abraza, aunque sus deseos de soledad no se eliminan del todo. Si bien el cineasta muestra con claridad desde la trama esta división entre este mundo tóxico y uno marcado por la vida natural, donde el protagonista logrará una simbiosis o interacción biológica como punto final, Desire lines es un film de atmósferas pausadas y de densidades a partir del cuerpo del personaje inmerso en estos espacios, ya sea para seguir a un desconocido por las calles de Belgrado o transitar en los bosques donde se mimetiza con insectos o plantas.
Si hay algo que reprocharle a Desire lines, estrenada en competencia en el Festival de Locarno, es la sensación de repetición, de déjà vu. ¿Como diferenciar un tema de un estilo que impida la fórmula? Si bien el cine de Dane Komljen ha transitado con firmeza en esa construcción formal de una estética propia, desde elementos de la auto-ficción experimental, el arte performativo, o un tipo de poesía visual, que han explorado la relación de identidad sexual, el deseo, la memoria y la naturaleza; se siente aquí un retorno a algunos motivos expresivos y filosóficos. En All the Cities of the North (2016), Komljen sitúa a dos personajes en un hotel abandonado en medio de los bosques como refugio utópico, mientras que en Afterwater (2022), que vimos en la sección Forum de la Berlinale y que es su film más logrado, despliega tres segmentos filmados en distintos formatos -digital, 16mm, video analógico-, cada uno transitando cuerpos en coreografías en medio de lagos y paisajes. Así, el formato articula estas conexiones de cuerpos, naturaleza y memoria material. En cambio, con Desire lines, Komljen construye un relato donde el personaje de la ciudad se disuelve con la naturaleza en un movimiento ya conocido como idea, incluso en cortos como Phantasiesätze (2017). En todo caso, podríamos entenderlo como una variación de una larga indagación estética y que atraviesa casi toda su filmografía.
Competencia internacional
Desire lines
Director: Dane Komljen
Guion: Dane Komljen, Tanja Šljivar
Productores: Nataša Damnjanovic, Vladimir Vidic
Fotografía: Ivan Markovic, Jenny Lou Ziegel
Edición: Marko Ferkovic
Música: Jakov Munižaba
Reparto: Ivan Cuic, Branka Katic, Petja Golec Horvat, Rok Juricic
Serbia, Bosnia-Herzegovina, Holanda, Croacia, Alemania, 2025, 107 min