MAR DEL PLATA 2022: A WOMAN ESCAPES Y THE PLAINS

MAR DEL PLATA 2022: A WOMAN ESCAPES Y THE PLAINS

Por Pablo Gamba

A Woman Escapes y The Plains son películas de la competencia Estados Alterados del Festival de Mar del Plata que tienen en común la importancia de las cámaras. En la primera, son el instrumento de escritura de una correspondencia audiovisual, pero lo más significativo es que también son herramientas para explorar otras formas de percibir lo real y de jugar a cambiarlo mediante la imaginación. En este sentido, abren la vía de salida para la mujer del título en inglés y, por la referencia a Un condenado a muerte se escapa (Un condamné à mort s’est échappé, 1956), de Robert Bresson, se entiende que la fuga que se relata es exitosa. The Plains es una película en la que la función productora del argumento de la cámara fija recuerda el cine estructural-materialista, y en ella ocurre lo contrario.

El aparato es una cosa que mira, parte del mundo ajeno en el que se desarrolla una rutina sin fin que es como una trampa. Sofia Bohdanowicz, Burak Çevik y Blake Williams son los codirectores de A Woman Escapes. Es significativo para las cartas que el tercero viva en Toronto como la primera, pero que ella haya filmado en París, y el segundo cineasta viva en Turquía. La película se estrenó en el FID de Marsella y tiene como protagonista a Audrey Benac, un personaje recurrente en la filmografía de Bohdanowicz como alter ego de la realizadora, interpretado siempre por la misma actriz, Deragh Campbell.

El personaje de ficción es un recurso para construir una tenue línea narrativa que permite integrar el intercambio de cartas a la historia y da pie para mostrar los procedimientos de realización. Introduce, además, el motivo de la muerte de una persona querida y la atmósfera de melancolía que ya estaban presentes en el largometraje anterior de Bohdanowicz, Point and Line to Plane (2020). La Juliane Sellam de A Woman Escapes también proviene de sus películas. Es la astróloga que vivía en un departamento de Montmartre en La maison de bonheur (2017).

Pero no solo se trata de hacer un arte que haga parte de la ficción hechos reales de la vida de sus realizadores, sino que también responda a la necesidad de hacer frente a emociones como la melancolía, sobreponerse a ellas y crear, así, cambios en la vida. Una cita de Un condenado a muerte se escapa al comienzo de A Woman Escapes propone un cine que cuente lo real como es, aunque añadiéndole algunos adornos.

En esto son significativos los juegos con los tres tipos de cámara que se usan en A Woman Escapes y las diferencias correlativas entre las texturas que dan los soportes fílmicos y electrónicos. El 16 mm con que filma Bohdanowicz, por ejemplo, aprovecha lo borroso para dar a las imágenes un aspecto que transmite la melancolía de Audrey, en particular cuando filma las rosas del balcón del departamento de Juliane. Çevik, en cambio, usa video digital en 4K para registrar imágenes del deterioro con una nitidez cristalina. Pero otro personaje principal de esta película es la pequeña cámara portátil Fuji que puede grabar en 3D, que Williams en la ficción le envía a la acongojada Audrey para que se filme. A esto se añade el volumen de otras imágenes, como las que fueron tomadas de Google Street View y Google Earth.

Lo más llamativo de lo real “adornado” es aquí la experimentación con el espacio y la percepción de la tridimensionalidad. Se exploran, por ejemplo, los ángulos que permite la pequeña cámara, extraños para el cine industrial, así como la posibilidad de saltar de un espacio a otro en el montaje violando reglas basadas en supuestos inconvenientes para el público. Sobre todo, se destaca en esta película el juego con las imágenes de Google y los efectos de “estirar” el espacio o crear composiciones abstractas tridimensionales. A Woman Escapes permite, así, ver en este mundo otro diferente, tanto a los realizadores y los espectadores del presente como para el futuro.

En The Plains, en cambio, la cámara principal está incrustada en un mundo que, por ajeno a los personajes que apenas circulan por él, no parece que pudiera cambiarse. La película de Easteal, cuya duración de tres horas subraya el efecto de lo real a perpetuidad, se basa en una experiencia cada vez más común en la actualidad: las horas que la gente dedica, día a día, a los viajes entre la casa y el trabajo. Podría pensarse, incluso, que The Plains es un homenaje interminable a la inquietante secuencia de tránsito en automóvil de Solaris (1972), de Andrei Tarkovski. La diferencia es que aquí está todo registrado desde un punto de vista en el asiento trasero del vehículo –no necesariamente la perspectiva de un pasajero humano–. Pero son también principalmente autopistas urbanas las que recorre de vuelta a casa Andrew, el protagonista, algunas veces en compañía de David, un colega del trabajo.

El efecto de estar en un mundo ajeno, creado por el hombre, pero no para vivir en él sino para recorrerlo a velocidad automotriz y viéndolo a distancia desde las ventanas del auto, se acentúa porque nunca se ve a Andrew llegar a su destino. El montaje entra en juego en esto como una voluntad de extraña perversidad, que juega a hacer que David desaparezca inesperadamente varias veces del asiento del copiloto. Da la impresión de que es un personaje desechable, como el auto que Andrew cambia cada dos años, como se recomienda, pero que por dentro parece igual, el mismo vehículo.

En contrapunto con esta deshumanización implícita, las conversaciones del conductor con el amigo, y con varias otras personas por celular, aportan fragmentos de información con la que el espectador puede ir construyendo la historia de un ser humano, un abogado de edad madura que trabaja en una empresa y cuya posición social relativamente acomodada se hace manifiesta por el tipo de vehículo que maneja, porque posee más de una casa y tiene a su madre anciana al cuidado de una institución. Se está aquí, por tanto, en un mundo como el de los personajes de las películas de Michelangelo Antonioni sobre la alienación. No es la Italia del “milagro económico” de la posguerra sino la Australia de la actualidad, pero la prosperidad aparente está también sutilmente socavada por peligros que acechan como fantasmas.

En el personaje de la madre de Andrew se percibe lo sintomático con intensidad, además del amigo que desaparece. Si bien el hijo la llama todos los días al salir del trabajo, apenas se escucha su voz porque el conductor usa auriculares. Por su rutina de trabajo, la distancia o cualquier otra razón vinculada con el modo de “vida”, cuando ella empieza a ponerse mal, lo que ocurre no es que Andrew rompa su rutina y acuda junto a ella para acompañarla y atenderla, sino que los empleados de la residencia la sustituyen al teléfono hasta que llega un punto en el que cesan las llamadas. La muerte parece una desconexión análoga al desenchufe de un aparato.

Hay que aclarar que la mencionada no es la única cámara de The Plains. Hay otra que, por voladora, podría dar la perspectiva del lugar común de la fuga de un mundo opresivo a otro, el de los sueños. Pero es una ironía, porque lo que la hace volar es un rone con el que se entretiene Andrew cuando está fuera del trabajo, así como también toma fotografías, tratando siempre de no mostrar seres humanos. Aunque parecen indicios de que la vida del personaje se desarrolla también en ese mundo, que es, además, del campo, después se disipará la ilusión de que no están integradas a la cápsula del auto. Son, por tanto, análogas a las de la cámara del asiento de atrás.

La referencia a Antonioni trae a colación la cuestión de la representación terrorífica del mundo creado por la modernización que impulsa la expansión del capitalismo, como se dijo. Ahora bien, el terror tiene siempre un efecto paralizante, por lo que cabe preguntarse si películas como esta llaman la atención sobre eso, en un intento de exorcizar fantasmas como el que también podría estar detrás de la mirada fija de la cámara aquí, o si son, por el contrario, cómplices en sembrar el miedo que borra la perspectiva de hacer los cambios necesarios en un mundo horrible y humanamente inhabitable. En todo caso, siempre es mejor cultivar una imaginación estimulante, como la de A Woman Escapes, que una lucidez que pasma, como la de The Plains.

Competencia Estados Alterados
A Woman Escapes
Dirección, guion, producción, fotografía y montaje: Sofia Bohdanowicz, Burak
Çevik, Blake Williams
Dirección de arte: Dorota Lech
Sonido: Sofia Bohdanowicz, Blake Williams
Música: Sarah Devachi
Interpretación: Deragh Campbell, Juliane Sellam, Burak Çevik, Blake Williams
Canadá-Turquía, 2022, 81 min.

The Plains
Dirección, guion y producción: David Easteal
Fotografía: Simon J. Walsh
Sonido: Nick Batterham
Interpretación: Andrew Rakowski, David Easteal, Cheri LeCornu, Inga
Rakowski
Australia, 2022, 180 min.