ROTTERDAM 2023: ALGUNOS FILMS DE LA COMPETENCIA OFICIAL

ROTTERDAM 2023: ALGUNOS FILMS DE LA COMPETENCIA OFICIAL

Mannvirki de Gústav Geir Bollason

Por Mónica Delgado

Empezaré este texto de balance sobre la competencia oficial de largometrajes por el Tiger Award, en esta edición 52 del Festival de Cine de Rotterdam, desde una omisión. Esta selección de films mostró una cartografía excluyente. Es importante mencionar que no hubo ni una sola película latinoamericana en competencia. Es una ausencia problemática, ya que se deja de lado la producción de casi un continente (no me refiero a EE.UU. ni a Canadá que operan con autonomía territorial en festivales y muestras), puesto que sí hubo una puntual variedad de películas latinoamericanas en otras secciones del festival. Quizás alguna de ellas pudo estar aquí (méritos hay). Y esto no necesariamente es un problema de esta edición del festival, sino más bien un hecho recurrente de los últimos años en el ámbito de los festivales, debido también a la crisis de la pandemia, ya que debido a ella las producciones latinoamericanas tuvieron y tienen procesos de producción más lentos. Pero son selecciones que responden también a incompresibles criterios de programación.

Por otro lado, de los 16 films en esta competencia, provenientes de Europa, Asia y África, la mayoría responde a una variedad que no se puede clasificar. No fue una competencia solo de films de ficción, sino que permitió también la presencia de obras documentales en stricto sensu y de algunos trabajos híbridos, como algunos de tintes performativos y experimentales. Y en este sentido, y además quizás para materializar los cambios de la nueva gestión del festival, se dio carta abierta también a otros géneros poco usuales, como la comedia disparatada o el pastiche.

De todos los films en esta competencia, La palisiada, del ucraniano Philip Sotnychenko, fue la más destacable. Se trata de una obra que reconstruye desde la identidad del dispositivo analógico una serie de correspondencias entre presente y pasado a partir de la aplicación de juicios sumarios como residuos de ex URSS en la nueva e independiente Ucrania de mediados de los años noventa.

Y en esta veta reflexiva sobre contextos actuales, se incluyó en la selección otro film a tener en cuenta: Geology of separation de Yosr Guesmi (Tunez) y Mauro Mazzocchi (Italia). Documental observacional sobre un grupo de inmigrantes libaneses en un albergue en Italia, en condición de desclasados, que incluye paréntesis de reflexión, a modo de ensayo antropológico y geológico (que da consistencia al título del film), desde la voz de la propia cineasta Yosr Guesmi. Esta tesis, la de la Pangea, del gran continente de la era Paleozoica se complementa con exposiciones académicas en seminarios franceses (algunos tediosos o poco cinematográficos) y que componen la justificación sobre la situación del migrante. Es decir, si bien hay una apuesta por transmitir desde el minimalismo y el enfoque etnográfico lo que viven estas personas obligadas a permanecer en el margen social, hay una parte de la película que se vuelve un trabajo investigativo, y que  parece que solo encuentra respuestas en el mundo académico. Por un lado, los objetos/sujetos de estudios (los migrantes), y por otro, la intelligentsia? que lo explica todo desde autores poscoloniales o decoloniales.

Quizás el mayor interés de Geology de la separación esté en el seguimiento crítico a estos personajes que tienen que lidiar con la burocracia, la invisibilización y el ostracismo. La secuencia donde encuentran trabajo en una plantación, y en la cual los dueños se niegan a decir cuánto se les va a pagar (porque simplemente deberían agradecer que se les tome como mano de obra sin importar el precio que cueste) caracteriza -y potencia- el espíritu del documental, filmado además en un tenso 16mm en blanco y negro.

Otra obra a destacar de esta competencia es Mannvirki, primer trabajo en solitario del cineasta y artista islandés Gústav Geir Bollanson, es un film sobresaliente. Una serie de personajes, que apenas hablan, y que viven en un bunker abandonado en medio de la nada, en un lugar que no se precisa, convierten sus días en tiempo de acciones específicas: pescar, coser, martillar, horadar, sembrar, etc. Sin embargo, estas acciones primigenias o necesarias para la subsistencia se vuelven actos performativos, en la medida que la materia con la que se realizan estas labores aparece como anacrónica, generando una atmósfera distópica, herrumbrosa, decadente. La idea de forjar imaginarios de nuevos alquimistas asoma en cada plano. Pescadores que no usan remos sino instrumentos hechos de plumas gigantes, mujeres que elaboran ungüentos para sellar paredes, o maquinaria casera que cumple un rol rítmico van logrando un nuevo mundo de técnicas, tecnologías y rituales. Así, Mannvirki no solo es un film sobre la relación de los hombres y mujeres con estos objetos extraídos de este entorno, sino también un film sobre este territorio, de una naturaleza invernal y solitaria, que se abre paso.

Gagaland, primer largometraje de la joven cineasta china Yuhan Teng, fue uno de los films más luminosos de la selección, por tratarse de una comedia fresca, que recupera los códigos y vacíos de las redes sociales actuales más famosas como Tik Tok o similares en ese país. La cineasta Teng realiza el retrato de un grupo de ‘bailarines’, que viven de ganar adeptos en una red social, que monetizan. Este grupo tiene las características de una pandilla, o de un gueto, que vive agrupado en un departamento pequeño, donde cocinan, ensayan y duermen. En esta rutina destacan dos tipos de historias: la del protagonista, Boy K, quien se enamora de una de las gagadancers; y la otra subtrama es la de Pink hair, el líder de la pandilla, un señor ya de cuarenta años, quien permanece en competencia con otro grupo de bailarines.

Más allá de la trama, lo que muestra Gagaland es una historia más bien llena de hechos absurdos, jocosos y disparatados y que hacen que este universo de este baile urbano, de free style, se muestre desde un montaje que imita la rapidez y barroquismo que patentan las redes sociales como Instagram o Tik Tok. La sed de ganar seguidores, el estrellato fortuito, y las peleas por vistas son el pan de cada día de los personajes, quienes sobre todo se la pasan en fiestas y ensayos en gran parte de la historia. Quizás el estilo trepidante y de comedia light que sostiene el atractivo de Gagaland se vea mermado por una innecesaria explicación hacia el final de quien es Pink hair: un real tiktoker a quien se le rinde un homenaje. Este final, que hubiera funcionado mejor como momentos post créditos, desbarata el artificio y la actitud disforzada consciente de los personajes.

Hace algunos años ganó el Tiger Award una película peruana, Videofilia, y otros síndromes virales, y ambas construyen o reconstruyen imaginarios propios de las redes sociales desde sus propias lógicas: lenguaje y clima de redes sociales, comunidades underground o marginales, códigos de internautas, canciones muy malas como parte de la música incidental, la interrogante de que si lo que vemos es o no un film, etc. Fue como un déjàvu, aunque en clave cómica.

El premio principal del festival, el Tiger Award, fue para Le spectre de Boko Haram, de la cineasta camerunesa Cyrielle Raingou. Es una  ficción con toques documentales que sigue a una niña que vive con su madre, y a sus dos amigos, compañeros de colegio, en su cotidianidad en Kolofata, al norte del país, entorno que vive las consecuencia de las acciones del grupo terrorista mencionado en el título del film. La película, en ese sentido, es un “recuento de daños”, un relato de las consecuencias post trauma en la vida de las personas de las prácticas terroristas. Boko Haram es un grupo islámico, activo desde inicios de la década del 2000 en Nigeria, y que busca imponer la Sharia.

El abordaje de la cineasta se centra en mostrar esta realidad a partir de la sensibilidad de su protagonista (aunque luego el relato se difumina con la mirada de los otros dos niños), quien perdió a su padre en un ataque terrorista, y que apenas se debe mencionar. Las dinámicas comunitarias, la fuerte presencia de militares, la vida escolar y las rutinas familiares se muestran desde este periodo de recomposición.

Este film se inscribe en algunos sucesos de la realidad fuera de campo y que es sugerida por el foco puesto en el grupo de protagonistas. Se sabe por ejemplo, que en 2016 hubo raptos masivos de escolares niñas, en una escuela de Chibok, y de adolescentes en un internado en Kankara, ambos ubicados en Nigeria, en 2020, y que fueron atribuidos a este grupo terrorista. Por ello, la necesidad de la cineasta de construir su relato desde estos personajes, ya como posibilidad esperanzadora, fuera del horror y de la muerte. Sin embargo, el film hace de esta premisa de resiliencia una obviedad, donde incluso hay espacio para los clásicos textos al final dando cuenta de estadísticas que hablan de la persistencia del “espectro”.

En un polo opuesto se ubica New strains de Artemis Shaw y Prashanth Kamalakanthan, que obtuvo una mención especial del jurado en esta competencia. Se trata de una comedia en clave indie, y que, como indica su título (nuevas cepas), se desarrolla en el contexto de las primeras olas de la COVID-19 en Nueva York. Una pareja comienza a convivir, debido precisamente a las cuarentenas, en un viaje de vacaciones. Percibida como una comedia ingenua, superflua, pequeña, basa su atractivo en el uso lúdico del High-8, puesto que toda la estética casera, que remonta a los noventas, establece conexiones y texturas a tiempos pre internet. Aunque tiene momentos de un humor nonsense, o ecos a un cine under de bajo presupuesto, basado en monólogos o diálogos que ponen en valor lo irrrisorio, da la sensación de que se ha asistido a una anécdota. Sin embargo, la presencia de una película realizada, editada, actuada por sus dos cineastas, que propone una estética del encierro fruto de una crisis mundial, desde dos personajes que no parecen estar conscientes de lo que sucede alrededor, es indicador de que el festival sigue apostando por este tipo de films, desde la nueva dirección.