Por Mónica Delgado
Las secciones de cortometrajes fuera de competencia del Festival Internacional de Cine de Rotterdam suelen ser los espacios más atractivos en cuanto ofrecen un panorama de obras de corte experimental, algunas con toques mucho más político que otros apartados, y, por qué no decirlo, que también reflejan algunos tópicos de “moda” o abordajes de acuerdo al espíritu de programadores y corrientes de festivales.
El programa Drawn & Quartered reúne dos cortometrajes, uno de Inglaterra y otro de Canadá, sobre dos territorios colonizados y sobre subjetividades de resistencia, desde la mirada de dos realizadoras no pertenecientes realmente a los lugares abordados, pero que brindan un acercamiento geopolítico, investigativo y sensible desde precisamente esa distancia. Ambos trabajos mantienen un parentesco en la dimensión etnográfica de su tratamiento expresivo, puesto que se acercan a su “objeto” de estudio desde la tesis y desde la conceptualización de una problemática sobre comunidades o sujetos en tensión.
En a river holds a perfect memory (Reino Unido, Jamaica, 2025), la cineasta y artista inglesa, de raíces jamaiquinas, Hope Strickland, propone la figura del río y su navegación como ente organizador de una condición colonial. Desde un registro en fílmico, a modo de home movie en algunos casos, la artista propone una traspaso temporal, desde las riberas de algún río en Lancashire, hasta las costas de algún lugar tropical de Jamaica, atravesados ambos por narraciones, exploraciones de la mirada de algunos testimoniantes, con relación a estos dos ríos, y desde posiciones diferentes pero que encuentran algunos puntos de conexión. No se trata de una visión bucólica, sino un acercamiento a la explotación y al trabajo asociado a ambos ríos, y a los procesos de migración, esclavitud y opresión, aunque como suele pasar en algunos trabajos, esta intención a veces se tenga que reforzar con las sinopsis o comentarios de los mismos realizadores.
Más allá del aspecto más etnográfico, lo que aflora con interés en a river holds a perfect memory es la búsqueda de alguna universalización de determinadas condiciones de explotación, como si pese a la disfunción colonial, hay algo entre lo que hubo o hay en el norte de Inglaterra y en los terrenos de supervivencia en Jamaica que parecen estar en igualdad en alguna balanza, como si ese rezago quedara como huella permanente.
Por su parte, Partition (Palestina, 2025) de Diana Allan, cineasta, investigadora y antropóloga de la Universidad McGill, en Montreal, y egresada del reconocido Sensory Ethnography Lab de Harvard, propone un reencuentro con imágenes encontradas en los archivos coloniales de Palestina bajo el mandato británico, entre 1917 y 1948. Estas escenas se van acompañando de audios de algunas mujeres refugiadas palestinas en Líbano en la actualidad, para generar así varias capas de acercamiento: las probables conjunciones entre estos sonidos y las imágenes de tiempos diferentes, y una nueva capa visual que surge de los testimonios y cantos.
Partition registra nuevamente en 16mm imágenes coloniales para traerlas al presente desde las nuevas texturas del material no restaurado, como si esta conservación del envejecimiento diera una nueva confrontación con el paso del tiempo, en esa persistencia de esa realidad de ocupación. Hay una intención de mostrar estas imágenes en blanco y negro desde lo residual, como si solo quedaran de estos tiempos solo fantasmagorías. Si bien las escenas son de tipo documental, de milicias, de trabajos, de bodas, de momentos incluso más familiares, a modo de registro efectivamente etnográfico y antropológico de los ingleses colonizadores, en esta nueva actualidad trágica de aniquilamiento y expulsión, hay un eco grave, lánguido, cuasi a modo de réquiem en torno a este pasado que persiste.
El mismo nombre del film, de una obra que se extiende por casi una hora, provoca este gesto elegíaco, de pérdida, en busca de la materia de lo irresoluto. Más aún cuando voces y cantos de mujeres hablan de lo irrecuperable. Así, este mediometraje no solo explora la mirada colonial en estas escenas de documento sobre Palestina, una que aún existe en la visión del colonizador e invasor, sino que restituye en el presente una mirada que nunca va a estar caduca, donde aún persiste la otredad y la objetivización de las personas. Y lo que realiza Diana Allan no es precisamente solo traer esas imágenes de archivo al presente como un simple gesto estético, sino que busca tender un puente con ese presente de muerte y ocupación fuera de campo y que agita la sala como estruendo.
También en Partition este registro nuevo de lo hallado en 16mm devuelve a esa materialidad documentos que solo quedan en video analógico o desde alguna preservación en digital, ya que hay algunas imágenes que se ven pixeleadas o deformadas por glitch, y que desde un plano simbólico puede hasta implicar la restitución de la forma ante esa intervención o deterioro.
Por otro lado, ambos films, dependientes para su producción de fondos culturales de Reino Unido y de Canadá, ya sea de fundaciones, universidades u organismos diversos, hace posible que estos relatos ignorados de pueblos colonizados existan desde el compromiso de sus realizadoras por contribuir a nuevas genealogías fílmicas. Un tipo de cine etnográfico de experimentación que seguirá mirando hacia “afuera” y desde un inmenso fuera de campo que parece obligado a no mostrarse.
Sección Short & Mid-lenght