Por Aldo Padilla
«Nunca trabajes ni con niños, ni con animales, ni con Charles Laughton» planteaba Alfred Hitchcock, dando a entender la dificultad de la realización de una película con entes que no pueden controlarse totalmente, en especial tomando en cuenta lo meticuloso y quisquilloso que solía ser el director británico. Claro que este planteamiento se rebate, cuando precisamente uno busca lo contrario y se necesita realizar una obra espontánea, que destile vida y naturalidad.
El extremo de esta idea opositora al axioma de Hitchcock estuvo muy presente en esta década de la mano de directores de diversas latitudes. Se plantea opositora ya que en los filmes que se nombran a continuación, la ausencia de adultos es más que evidente o si se manifiesta su presencia muestra una actitud lejana a la responsabilidad que debiera ejercer en la familia. Wang Bing, director chino caracterizado por sus documentales que muestran una realidad contraproducente frente al capitalismo salvaje de su país, estrenó en 2011 Three sisters, filmada en las montañas del sur chino, donde se observa la difícil vida de tres hermanas, con una madre fugada y un padre tratando de ganar dinero en la ciudad, quien aparecerá en muy pocas tomas. El film se concentra en cómo la hermana mayor YingYing, de 10 año, cuida a sus dos hermanas menores, en medio de un clima y un paisaje hostiles, y donde los demás familiares apenas se manifiestan. Lo más impresionante del film es la fuerza de YingYing frente a todas las adversidades presentes, convirtiéndose en un personaje memorable por todas las responsabilidades que toma sin dejar de lado su inocencia infantil. Similar panorama debe enfrentar la familia rumana protagonista del documental Waiting for August (2014), de Teodora Ana Mihai, con una madre mucho más presente, aunque solo sea de forma virtual, mientras ronda el constante fantasma de la burocracia, que busca llevarse a los siete niños a algún centro de acogida dada la precaria situación que viven.
Sobre madres presentes pero totalmente perdidas de su rol, se puede nombrar a Low tide (2012) de Roberto Minervini, retrato de un sur estadounidense sumido en pobreza y adicciones. Finalmente, adolescentes en mundos paralelos donde pareciera que no existe una figura adulta deambulan en la ficción brasilera Mate-me por favor (2015), de Anita Rocha da Silveira. A partir de estos ejemplos se plantea un diálogo entre estos filmes con una ausencia paterno filial, para poder contrastar como lo enfrentan niños y adolescentes en muy variados contextos socio culturales.
Los californianos Robert Machoian y Rodrigo Ojeda-Beck plantean un nuevo punto de vista sobre el abandono infantil en God bless the child, donde cinco niños deben enfrentar un día cualquiera en el cual no hay certeza sobre el retorno de su madre, de la cual no sabemos motivaciones y tan solo se ve un auto alejarse temprano en la madrugada. Se puede diferenciar dos hilos narrativos en la película: en el primero, encontramos a los tres niños menores que aparentan tener 3, 7 y 9 años, en sus diferentes juegos , desde un improvisado y desigual boxeo, un baño a unas mascotas resignadas e interminables especulaciones sobre los diferentes poderes de los personajes del universo Marvel. El segundo hilo muestra todo el peso de ese día que recae sobre los hombros de la hija mayor Harper, que divide su tiempo en cuidar al bebé de la casa, mientras busca alguna respuesta sobre el paradero de su madre, y además ocuparse de las diferentes labores de la casa. Sólo en el tramo final tendrá un merecido descanso al salir con sus hermanos por diferentes parques y calles de una ciudad que pareciera deshabitada.
Machoian y Ojeda-Beck logran un equilibrio entre la luz que emanan los niños frente la opacidad ambiental de una casa en medio de una California rural, además que construyen una heroína que contrasta con el discurso de sus hermanos sobre superhéroes de conocidas franquicias de la actualidad. La desolación que deja el film está relacionada con las pistas que indicarían que no es la primera vez que la madre deja la casa de forma intempestiva, y que tampoco hay luces que las cosas cambien en el futuro, una realidad intermitente y de continua duda para Harper frente a una familia tan numerosa.
Hay una conexión entre las protagonistas de algunas de las películas nombradas, la china YingYing, la californiana Harper y la rumana Georgiana, la mayor de los hermanos de Waiting for august que buscan mantener la fragilidad del hogar en el cual les ha tocado estar al frente, y a la vez mantener la normalidad frente a los niños más pequeños, de forma que su niñez no se vea tan destrozada como sí les ha ocurrido a ellas, las fuerzas provienen de distintos lados. La protagonista de Waiting… se sostiene en la eterna promesa de la madre sobre su retorno en verano desde tierras italianas y sus diálogos distorsionado y pixelados. Harper y YingYing que deben sostenerse en base al día a día y la tranquilidad que reciben de sus hermanos. Caso especial viene a ser el niño de Low tide, el cual debe enfrentar su dura realidad sin el grado de madurez necesaria, lo cual hace más difícil sobrellevar a una madre con todo tipo de adicciones.
El grado de realidad también lleva a un diferente punto de observación, ya que tenemos en un extremo la más cruda y absoluta realidad de la mano de Wang Bing, la realidad con un final más esperanzador con Teodora Ana Mihai, y la docuficción en God Bless the child, donde la realidad se puede sentir hasta en el más mínimo detalle. Y la metáfora terrorífica de Mate-me por favor, que muestra una adolescencia de clase alta que pareciera totalmente desatendida y criada en un entorno donde la ley del más fuerte impera, «más fuerte» desde el punto de vista adolescente. Este abandono metafórico precisamente es el que muestra que una clase social no es suficiente para que los niños crezcan en un ambiente de protección y atención, ya que si por un lado lo más común es que los niños tengan que construir su propio rumbo debido a la ausencia forzada de los padres en busca de un futuro mejor, por el otro lado, está una clase acomodada que está demasiada inmersa en su individualismo.
No sabemos si Hitchcock modificaría su famoso enunciado, volviendo a analizar todo el cine que ha transcurrido, que el magnetismo que tienen los niños frente a la cámara hace que cualquier película tenga un respiro, un punto de vista más libre de todo el trasfondo tan oscuro que suelen tener la vida en general. Los niños de God bless the child logran que el tomar un helado se convierta en un acto supremo, y que se recalque una idea de vida importante, que es vivir el presente.
Competencia Internacional
Dirección: Robert Machoian, Rodrigo Ojeda-Beck
Guión: Rebecca Graham, Robert Machoian (Historia: Robert Machoian)
Fotografía: Robert Machoian
Reparto: Harper Graham, Elias Graham, Arri Graham, Ezra Graham, Jonah Graham
EEUU, 2015, 92 min