Por Mónica Delgado
Tras el visionado del cortometraje Cave painting, es inevitable aludir la experiencia al mito de la Caverna de Platón. Por un lado, podría citarse ese imaginario, en la medida que este mito suele asociarse a la naturaleza de representación propia de las imágenes y del cine, o al menos de la ilusión de la realidad, del simulacro, de la supervivencia de un mundo de sombras, de invenciones, que construyen claramente -también- los films. Como afirma uno de los personajes que dialogan en el texto de Platón: “¿Estos prisioneros no atribuirán realidad más que a estas sombras?” (el mito reflexiona sobre personas que nacen y viven dentro de una caverna, sin posibilidad de mirar hacia atrás, y que creen que la única realidad son las sombras de algunos objetos que otros ejecutan fuera de campo). Y en este sentido, el film del cineasta austriaco Siegfried A. Fruhauf nos ubica en un polo distinto: la caverna no como espacio de la ilusión y el claustro del mito sino como entorno de creación, del surgimiento de una realidad misma, desde el conocimiento y sabiduría de tiempos ancestrales. Una caverna donde no se requieren sombras.
Cave painting es una obra que mantiene las motivaciones de anteriores trabajos del cineasta. Hay una intención por seguir explorando las posibilidades de intervención de la materia audiovisual, ya sea desde el soporte analógico, del sonido óptico o incluso de la naturaleza del digital (o la animación), pero esto no es precisamente una particularidad del trabajo de Fruhauf, sino una necesidad inherente a la labor de los cineastas experimentales. Lo que hace diferente al trabajo del cineasta austriaco está en la dimensión acuciosa de sus procesos creativos, multisoporte, que no teme alejarse del celuloide, del soporte analógico en su experimentación, y de los ritmos que va logrando, en usuales crescendos que imitan el fulgor -o cadencia- de los estallidos.
Durante el Q & A al final de la proyección del programa en el cual se proyectó Cave painting, en el marco del 52º Festival de Cine de Rotterdam, Siegfried A. Fruhauf sostuvo que el film surgió como idea tras una visita a unas conocidas cuevas al sur de Francia. El desciframiento sobre la relación cultual, las formas de la expresión de habitantes de estos espacios hace miles de años, y las pinturas rupestres sobre diversas experiencias, hizo que el cineasta tuviera un interés en registrar, sin embargo, estaba prohibido grabar o fotografiar. Pero, por suerte halló las rutas de las cavernas “alternativas”, por las cuales sí se puede transitar libremente, tomar fotos, hacer registros y esta opción hizo posible el primer paso para la constitución de esta nueva obra. Algunas partes del film se sostienen en composiciones rítmicas a partir de una edición de fotos de cavernas, tomadas por el mismo cineasta.
No es que Cave painting tenga historia alguna, sino que el mismo título del film, y las fotografías que el realizador usa remiten a las texturas y profundidades de las cavernas; fotos que luego son reorganizadas, reeditadas, para dar la sensación del uso del zoom, que dinamiza y genera una intermitencia. Así, la película comienza con registros en movimiento del interior de una cueva, para luego dar paso a una serie de texturas de trazos de pincel en pinturas actuales; detalles de cuadros elaborados por el propio cineasta. Trazos en colores fríos, que poco a poco van a virar a colores más cálidos como punto de inmersión a la realidad tangible de las fotografías del lugar visitado: cavidades, rocas, pinturas rupestres, marcas de manos, y tras un clímax (también desde una banda sonora elaborada por el mismo cineasta, utilizando palos de lluvia, tambores, etc.), la realidad da pase a líneas, garabatos o trazos (desde la animación digital), que van descomponiendo la idea de la caverna en una abstracción. ¿Pasamos de la representación a la completa abstracción? Quizás allí está a flote el corazón de la indagación expresiva o formal del cineasta: en redimensionar los ecos de una cueva milenaria desde los trazos y colores puros, desde el rito o el estado cultual materializado en las paredes de las cuevas por los antepasados.
Ya con trabajos recientes como Thorax o Phantom Ride, el director austriaco ha expresado su interés en indagar sobre la fuerza y densidad de la materia analógica y ritual del cine. Y con Cave painting continua afortunadamente en esa ruta.
Sección Short & Mid-length
Dirección, edición, sonido: Siegfried A. Fruhauf
Austria, 2023, 15 min