CANNES 2018: BALANCE

CANNES 2018: BALANCE

Por Mónica Delgado

Ha pasado ya más de una semana de la entrega de la Palma de Oro a Shoplifters del japonés Hirokazu Kore-eda, que cerró un festival que mantuvo sus clásicos leit motiv en un perfil bajo, es decir, donde el miserabilismo, la crueldad o la sobrevaloración de un cine de mensajes y grandes temas tuvieron pocos momentos cumbres. Pese a que este año la programación sí apostó por mejorar la calidad de los films exhibidos a diferencia de ediciones anteriores, el jurado, presidido por Cate Blanchett, fue discreto al premiar sentidos comunes temáticos, como el dado al poco ambicioso film de Kore-eda, un drama familiar soso y sin mayores atributos de estilo. Punto aparte fue el Premio del Jurado a Capernaum de la cineasta libanesa Nadine Labaki, que sí confirmó que pese a las buenas películas que hicieron de esta una noble edición, se mantiene una filia por un tipo de films que buscan edificar  conciencias a punta de historias de podredumbre, guerras y refugiados.

Las mujeres y la contradicción

Los eventos que marcan el espíritu de Cannes están en un gran fuera de campo. Desde la presencia del pequeño actor sirio de Capernaum que dormía en plena de conferencia de prensa sin que la directora se inmutara, hasta la lectura del manifiesto por la equidad de género en la industria del cine, suscrito por 82 cineastas, actrices y productoras. Por un lado, parecía que el movimiento #MeToo había logrado cambiar la cara de Cannes, con una presidenta del jurado como Cate Blanchett, con medidas antiacoso (una línea telefónica para denuncias), con la reducción del número de fiestas, sin embargo, solo tres films de mujeres estuvieron en competencia oficial, frente a las ocho realizadoras de la sección Un Certain Regard, donde compitieron 18 films. Es decir, pese a que en el ámbito social del festival se estaban tomando medidas para dar seguridad a las invitadas y trabajadoras, los juicios de selección de las programaciones aún mantenían una brecha considerable ante la mayoría de películas de cineastas hombres.

Y por otro lado, solo hubo un gran film en la competencia oficial dirigido por una mujer, en medio de un contexto que demanda más participación e inclusión de las cineastas en estos procesos. La presencia de una película filmada de modo espléndido en 16 mm, Lazzaro Felice de la italiana Alice Rohrwacher, hizo justicia ante una retahíla de trabajos que oscilan entre la pornomiseria y el odio a los personajes que tienen que vivir penurias para considerarse dignos de representación. No me refiero solo a la vergonzosa Capernaum, ante la cual solo me quedó reir ante tanto nonsense miserabilista, sino ante films afectados -como la lamentable Face Angel o la pobre Girls of the Sun– o hechos para agradar a jurados que a lo largo de los años han premiado usualmente temas que sirvan de “chocolate para el alma” antes que a proezas que ayudan a pensar el lenguaje cinematográfico. O simplemente están lejos aún de premiar cine y no a sus guiones o sus narrativas políticas o melodramáticas.

Fue una edición de reivindicaciones de mujeres para las mujeres, sin embargo, el nivel de los films de las cineastas en las competencias dejaron mucho que desear, sobre todo por culpa de esa necesidad de apelar a sensiblerías y lugares comunes en pos de un falso feminismo, o en todo caso, de un tipo de feminismo para la alfombra roja.

Punto aparte. Tampoco considero, a la favorita del público y crítica, Lazzaro Felice un film de excepción, ya que si visualmente es notable, hay un trasfondo sobre la alienación que no me convence. Es un trabajo sobre la sublimación del retorno a la opresión o la mentira de unos extrabajadores de una aldea, La Inviolata, que vivieron alejados de las leyes del mundo (sobre todo laborales) y que extrañan estar bajo el yugo de una condesa vividora. Rohrwacher trastoca, a partir de saltos en el tiempo y la mirada de un personaje impávido, los defectos del capitalismo del siglo XXI por las taras de la aristocracia feudal de otros tiempos como posibilidad de un mejor orden, lo que me parece reaccionario de alguna manera pese a la intención de crítica social que la cineasta desarrolla.

Los mejores trabajos: de Godard a Gaspar Noé

El punto más alto de Cannes ha estado en todo aquello que signifique anomalía, desde la proyección de Le Livre D’Image, un ensayo visual y sonoro de interrupciones y saltos de Jean-Luc Godard, que se llevó un premio nuevo (la Palma de Oro Especial), hasta las ocho horas de testimonios de Dead Souls, el fascinante y demoledor film del chino Wang Bing, sobre campos de reeducación. Ya con la inclusión de ambos trabajos, tanto en la selección oficial como en las sesiones especiales, sí auspiciaron la mejora con creces de un festival que estaba acostumbrado a pocas luces en medio del desierto de films poco destacables.

Con su presencia vía FaceTime, Jean-Luc Godard prodigaba frases para la trascendencia fílmica, a distancia y en conferencia de prensa, logrando quizás una de las intervenciones más fabulosas y extrañas de los once días del evento.  Godard no solo respondía atento sobre los detalles de su nuevo trabajo, sino que daba nuevas coordinadas para su interpretación, quizás demasiado elaboradas (en su fiel estilo) para los titulares de los medios de comunicación.

Long Day’s Journey Into Night de Bi Gan fue, de lejos, la mejor película de la sección Un Certain Regard. Su valor radica en la apuesta por el detalle sensorial que el cineasta chino asume como puesta en escena de la duermevela o ensoñación. Bi Gan está huyendo del realismo y la literalidad para ahondar en un imaginario a doble vía entre sueños y pesadillas de un hombre que busca a una mujer perdida en el tiempo. El uso del 3D para un gran y largo plano secuencia apelan a la profundidad de campo y a la posibilidad de que el espectador hurgue en la perspectiva, en una incursión por la materialidad, muy física, de los sueños.

Burning de Lee Chang Dong es quizás el film entre dos géneros, con toques de comedia romáctica (de chico que conoce chica) para descender al thriller de fibra, a partir de un triángulo amoroso donde las brechas económicas y sociales se convierten en ese condimento perfecto para los celos, los juegos de apariencias y las decisiones cruciales. No cabe duda de que Cannes sin estos pesos pesados del cine asiático estaría muy solitaria en propuestas novedosas y amor al cine.

Por otro lado, Gaspar Noé estrenó uno de los films más redondos de su carrera, Climax. La experiencia lisérgica aquí se multiplica a punta de steadycam, para seguir a unos muchachos afectados por una sobredosis de ácidos en plena fiesta de fin de curso. Es un film que existe gracias al ritmo que el cineasta impone de la mano de un soundtrack potente, pleno de sonidos surgidos del italo disco como del post punk más experimental. Climax es un trabajos sobre cuerpos, en histeria, en catarsis y también rendidos ante la incursión sorpresiva de las drogas, a la que se resisten. Presencia de la bandera francesa y el ataque de un personaje de ascendencia alemana dibujan un nuevo apocalipsis geopolítico en la mente del cineasta franco-argentino.

A continuación la lista de los mejores trabajos que vi en esta jornada cinéfila de once días, y que a todas luces fue una de las mejores de los años recientes. Vuelve la esperanza.

TOP TEN con las críticas respectivas

Le livre d’image de Jean-Luc Godard
Long day’s journey into night de Bi Gan
Dead Souls de Wang Bing
Burning de Lee Chang-dong
3 faces de Jafar Panahi
The wild pear tree de Nuri Bilge Ceylan
Donbass de Sergei Loznitsa
The load de Ognjen Glavoni?
Knife + Heart de Yann Gonzalez
Climax de Gaspar Noé

BONUS
Border de Ali Abbasi
Apocalypse after de Bertrand Mandico
Mandy de Panos Cosmatos
The Fall de Boris Labbé
Ash is purest white de Jia Zhang- ke