Por Mónica Delgado
A inicios del conflicto en Palestina, la Fundación Jocelyne Saab liberó en su canal de Vimeo cuatro cortometrajes restaurados por la Cinemateca Suiza, a propósito del urgente llamado al cese al fuego y de la necesidad de contextualizar una violencia que no empezó en octubre del año pasado. Este programa de urgencia consta de cuatro documentales cortos del periodo inicial en la dirección de la cineasta libanesa Jocelyne Saab, fallecida por una enfermedad en 2019. Estos trabajos reflejan la intención de llevar una realidad de guerras o injusticias a un espectador europeo, sobre todo francés, ya que algunos de estos trabajos surgen del contexto del trabajo de Saab como reportera televisiva y documentalista del mundo árabe en Francia. Los cortometrajes develan un interés por abordar las problemáticas en torno a las insurgencias y sobre la causa palestina, a sus formas de resistencia, y también para proponer una relación de la realidad con el acto mismo de filmar.
Durante estos días las imágenes del horror siguen en todos lados ya no como martillos ni como armas para la acción, sino como confirmación de su ineficacia. Como afirmaba Susan Sontag en Ante el dolor de los demás, tras haber reflexionado sobre un texto de ella misma publicado años atrás, estas imágenes ponen en juego las pautas de respuesta ante la realidad, nos obligan a desmediatizar el dolor y el horror y asumir al sufrimiento como real, y no como una representación. El sufrimiento está vivo, real, en todo lados, sin embargo, hay algo que funciona en las imágenes como impedimiento para la acción, y no es la indiferencia ni el bombardeo mediático sino la acumulación del poder desde unos pocos que hace que nada cambie.
Por otro lado, a diferencia del modo en que se transmitían las imágenes de las guerras, conflictos o genocidios décadas atrás, hoy estas son hechas, compartidas y viralizadas por las personas mismas que viven dentro de este infierno. Imágenes desde la pérdida, la vulnerabilidad, la muerte, sin mediación. No son imágenes de soldados o del mismo poder beligerante como aquellas que cuestiona Redacted o algún corto de Harun Farocki. Otro lugar de enunciación.
En los cuatro cortometrajes liberados, Las mujeres palestinas, El frente del Rechazo, El barco del exilio y Los libaneses: rehenes de su ciudad, registrados en Líbano y sus campos de refugiados en Beirut o desde el contexto de la guerra acaecida en 1982, estamos inmersos en la mirada de la cineasta como un ente de mediación. El registro de Saab establece con el presente una inevitable unión con la impunidad y la repetición, como confirmación de un estado de la cuestión, de exclusión y pobreza, que se mantiene a lo largo de décadas. En su tiempo, algunos de esos trabajos, los dos primeros mencionados, hechos por encargo, sufrieron la censura, a tal punto que fueron editados o no emitidos. Se trataron de films muy políticos para la televisión francesa de esos años. Estos actos de represión a su trabajo provocaron su renuncia, para comenzar a realizar documentales independientes, como Beirut, never again (1976), Lettre de Beyrouth (1978) y Beirut, ma ville (1982), que conforman una trilogía conocida y redescubierta en años recientes en diversos festivales.
En Las mujeres palestinas (Les Femmes palestiniennes, Francia, 1974), la cineasta visita a mujeres en un campo de refugiados en Líbano. Realiza entrevistas a algunas de ellas, tanto mujeres responsables del cuidado doméstico, estudiantes universitarias, y también algunas alzadas en armas, todas como paradigmas en diversidad y en medio del conflicto. Imágenes a color en 16mm muestran las vivencias dentro del desplazamiento forzado desde una doble precariedad y exclusión, más aún en un entorno cercano a Palestina, pero a la vez excluyente y discriminador, mientras imágenes en blanco y negro funcionan como si fueran material de archivo, memoria de un pasado cercano en el país de origen, bombardeado y con cientos de víctimas. Para Saab, era importante hacer visible las luchas de las mujeres dentro de las luchas, y mostrar la participación de las mujeres dentro del mismo movimiento de liberación palestina. También brinda, por ejemplo, un peso a los espacios, pasar del barrio de refugiados con problemas de hacinamiento, salubridad, falta de agua, a los patios de una universidad de clase media donde una de las refugiadas estudia becada. El cortometraje termina con el testimonio de una joven mujer torturada como evidencia de las violencias que estas mujeres vivieron. Hay una intención de Saab por conmover y por transmitir las frustraciones de estas mujeres siempre al margen, personas sin voz en medio de la tragedia.
Por su parte, El frente del Rechazo (Le Front du refus, Francia, 1975) muestra el interior de una facción radical de un movimiento de resistencia opuesto a los preceptos de la OLP. Jóvenes anónimos, fedayines, entre 16 y 20 años, decenas de ‘kamikazes’ sin rostro y armados dispuestos a todo. A diferencia del cortometraje anteriormente mencionado, aquí Saab usa su voz in over para presentar a estos hombres y sus jornadas de entrenamiento en algún lugar recóndito de Líbano, entre cuevas y desiertos. El uso de material de archivo en blanco y negro, tanto en celuloide como de fotografías, es usado para mencionar el contexto histórico del conflicto con Israel. Algunos testimoniantes mencionan que no luchan por la recuperación de unas tierras sino por la liberación de toda Palestina, donde la violencia de los fedayines “es una salida a la política terrorista de un estado sionista”. “Yo no quiero un micro estado palestino” afirma un entrevistado. Por otro lado, Saab informa que la influencia de estos grupos es minúscula, por ser muy marginal, aunque han sido protagonistas de operativos mediatizados. Lo más llamativo en este film de un entorno masculino, es que Saab haya logrado ingresar a un lugar “secreto”. Si bien jamás se ve interacción con ella, las imágenes revelan una distancia y es probable que se hayan registrado gracias a la participación de los mismos fedayines en la filmación. Hay otra parte del film dedicada a entrevistas, de miembros de la resistencia de espaldas a la cámara, para cuidar su identidad y en blanco y negro. De todas formas, el árabe se convirtió en una lengua que hizo propicio este tipo de encuentro y que para un periodista occidental hubiera sido más difícil o inalcanzable.
El barco del exilio (Le Bateau de l’exil, Francia, 1982) muestra a Yasser Arafat, jefe de la OLP, a punto de exiliarse en Grecia, en un viaje en barco que zarpó desde algún puerto de Beirut. Arafat estaba en la clandestinidad, así que el registro de Saab se volvió una suerte de prueba de vida. Aquí nuevamente Saab, en primera persona, con voz en off y con cámara en mano, va describiendo la travesía desde el barco Atlantis. El primer dato que brinda la cineasta es significativo, que 60 personas acompañan a Arafat por mar, mientras que por tierra más de 14 mil combatientes atraviesan a pie otros países árabes. Este dato que parece cumplir un rol informativo nos hace imaginar ese fuera de campo con una masa combativa y militante por el caluroso desierto. Luego, vemos escenas de Arafat cenando mientras mozos del barco sirven vino y otros aperitivos, jugando con algunos niños que disfrutan de una piscina en altamar, o cerca a sus acólitos en tumbonas ante el Mediterráneo. Es inevitable establecer esa relación comparativa entre algunos privilegios de un político icónico dentro del barco y lo que sucede fuera de él, imaginando cientos de personas desplazadas por una guerra. La voz en off denota admiración ante el liderazgo de Arafat y su lucha por la liberación de Palestina, sin embargo las imágenes también puede ser entendidas desde un aspecto crítico. Nos invita a recordar ese famoso artículo de abril de 1958 de la revista LIFE, sobre otro icono revolucionario, Fidel Castro, donde las fotografías que acompañan el reportaje lo muestran acostado en un diván, apoltronado y relajado, como dando a entender que los líderes no solo se dedicaban a planear la revolución o liberación de los pueblos sino que dejaban que otros estuvieran poniendo el pecho por ellos. Así, por esta posibilidad de la doble intención es que este cortometraje de Saab es sumamente sugerente, y una lectura muy política sobre las contradicciones en esos tiempos.
En Los libaneses: rehenes de su ciudad (Les Libanais, otages de leur ville, Francia, 1982), Saab realiza un reporte sobre la destrucción en Beirut, producto de una interveción de Israel para combartir a los miembros de la OLP en esa ciudad. La ciudad parece haber sufrido una terrible hecatombe, y que comparte una lectura del paisaje abolido con la Palestina de hoy. Aquí nuevamente la voz en off de Saab va contando algo del pasado ostentoso de la ciudad con sus edificios modernos y de lujo, todo ya devastado. Pero la intención de la cineasta no es hablar del desastre urbanístico sino hablar del dolor y muerte y denunciar el uso de bombas térmicas. Saab no tiene ninguna reticencia al mostrar los cadáveres incinerados, de adultos y niños, o de víctimas en las salas de hospitales, ya que comprende la urgencia del momento y la necesidad de mostrar todo el horror y crueldad en tiempos en que las noticias en Occidente estaban orientadas para uno de los dos bandos. Un documental tremendamente incisivo sobre las consecuencias del horror.
Más info en www.jocelynesaab.org