Por Mónica Delgado
El estado y la historia de la música compuesta para el cine peruano es un ámbito poco estudiado en el país, y en ese sentido, es una tarea pendiente. Según el estudio de Nelson García, “Cuando el cine era una fiesta: la producción de la ley N° 19327”, durante el periodo de 1979 y 1992, hubo 70 compositores y músicos que aportaron con sus obras originales tanto en cortometrajes y largometrajes. En la actualidad, se podría afirmar que se hizo una variada música compuesta para cine en el Perú, y que hay cada vez más jóvenes compositores siguiendo la senda, como pasa con los trabajos de Karin Zielinski, Santiago Pillado-Matheu o Pauchi Sasaki para films de los últimos diez años.
Desde la labor de Armando Guevara Ochoa en la composición de la música de Kukuli (1960), la música en el cine peruano ha sido un aspecto de la producción cinematográfica que forjó su propio camino, y desde donde se abrieron oportunidades para la diversidad y la experimentación. Un camino donde aparecen composiciones específicas hasta obras ya existentes utilizadas o adaptadas para films. Nombres como Miguel Flores (para los cortos documentales Playas del Sur, El Angolo, Ceramistas de Alto Piura, entre otros, de Jorge Suárez), Celso Garrido Lecca (el largo Kuntur Wachana de Federico García, el corto Las arenas y el hombre de Jorge Suárez, el largo Un clarín en la noche de José Luis Rouillón), Enrique Iturriaga (Historias de Ichi Olljo de Pablo Guevara, La ciudad y los Perros de Francisco Lombardi, La vara del Chamán de César Pérez Hurtado, entre otros), Manongo Mujica (El mito de Inkarri de Mario Acha, Incondicionado desocultamiento o una aproximación al hecho de desaparecer de Rafael Hastings, entre otros) o Arturo Ruiz del Pozo (Flora de Machu Picchu de Jorge Suárez, Macedonio de Gianfranco Annichini, Diosa del Mar de Francisco Salomón, Anorexia y tijerita de Sandra Wiesse, entre otros) forman parte de este grupo de compositores de un periodo estimulado por la ley 19327.
El reconocido compositor peruano Luis David Aguilar (Arequipa, 1950) también produjo algunas composiciones para cine en este periodo de la ley 19327, siendo uno de los más prolíficos. Su primer aporte se dio con la realización del cortometraje Te invito a jugar (1978) de Nora de Izcue. Siguió luego con la música, a ritmo de salsa, de Los constructores (1979) , cortometraje de José Carlos Huayhuaca, además de aportar a un par de cortometrajes de Carlos Barrios. En 1983 llega el primer pedido para componer la música incidental para un largometraje: El viento del ayahuasca, también de De Izcue, cineasta con la cual haría más colaboraciones. Luego vendrían los siguientes proyectos: Hombres de viento (1984) de José Antonio Portugal, el largometraje recientemente restaurado Profesión detective (1986), de Huayhuaca, Ángel de la noche (1987) de Francisco Salomón o Estigma (1988) de Martha Luna de Vinatea, entre otros más. Nos detenemos en parte de la obra de Luis David Aguilar, debido a que se editó a fines de 2022 Ayahuasca: Música para cine de Luis David Aguilar (1978-1983), vinilo con composiciones recuperadas y remasterizadas, editado por el sello Buh Records.
Este disco de vinilo contiene la composición realizada para El viento del ayahuasca, musicalizada por la Orquesta y Coros de la Sinfónica Nacional de Cuba, con un breve solo de piano a cargo de Chucho Valdés. En el lado B del disco, aparecen dos tracks: uno del film Anónimo cotidiano (1979), corto del cineasta argentino Jorge Rey, y otro, un fragmento compuesto para Los constructores. Todas las composiciones son muestra de la capacidad del compositor para adentrarse en diversos géneros, como la salsa o la cumbia amazónica, y de cómo dialogó con las imágenes desde diferentes procesos, también propios de su tiempo. En uno, desde los trances mismos a una planta madre antes del rodaje, o desde el proceso de postproducción ante las “coreografías” del registro del trabajo obrero en el cortometraje de Huayhuaca.
En entrevista dada para El centro del sonido, Aguilar sostuvo que su experiencia como compositor para cine le dio un horizonte amplio: “me dio la posibilidad de emplear todas las técnicas de composición que estudié, tradicionales y vanguardistas, e incluso inventar propias, adicionalmente a la versatilidad de oficio que tienes que tener”.
En el largo El viento del ayahuasca, Aguilar trabajó la composición a partir del guion. Sin embargo, esta detalle no mella la relación que establece tanto Izcue como Aguilar en la puesta en serie. La música crea climas acordes al imaginario mítico aludido en el nombre mismo del film. Izcue propone como trama del film un encuentro de un sociólogo citadino con la femineidad de la planta madre, desde los códigos del fantástico, mientras Aguilar, a punta de la predominancia de coros, vientos y sintetizadores, logra atmósferas de duermevela. El film de Izcue es una inmersión onírica y la música con creces acompaña esta misión.
El track, de 19 minutos y que ha sido preparado especialmente para esta edición, comienza con una versión de Mujer Hilandera, composición del brasileño Virgilio Ferreira da Silva, para luego, a partir de sutiles “fundidos encadenados”, recuperar un ambiente amazónico, donde Aguilar utiliza cascabeles, maracas, carracas que conviven con pianos y vientos, y sobre todo voces femeninas que brindan un halo misterioso (muy propio de un tipo de cine fantástico de mediados de los setenta). El film de Izcue goza, más allá del paso del tiempo, de un clima de fantasía y ensoñación, aludiendo a personajes míticos de leyendas amazónicas, y que la música de Aguilar da forma, con ritmos que funcionan como puertas entre mundos. Pero, Aguilar no se queda solo en la utilización de instrumentos originarios, sino también agrega sintetizadores, como pasa en Anónimo cotidiano (1979), que aporta a darle un toque “futurista” (muy en onda de un tipo de musicalización que se podía escuchar en films vanguardistas o modernistas, algunos de serie B de esos años).
La edición de esta obra vinculada al cine de Luis David Aguilar es uno más de los pasos que viene dando Buh Records para la recuperación de estas valiosas piezas del cine peruano, (ya que según su director Luis Alvarado en 2023 se vienen más lanzamientos). Por un lado, esta edición es un paso importante para seguir preservando la memoria sonora del cine peruano, y por otro, ante la carencia de alguna cinemateca o fonoteca, la reedición ayuda indirectamente a su resguardo. Este disco Ayahuasca, posible gracias a estímulos del Ministerio de Cultura, permite valorar la labor de producción, creatividad y de profesionalismo con la que Aguilar asumía la labor de composición de un film, y de cómo este trabajo es aún un proceso por descubrir y poco valorado dentro del panorama del cine peruano.