Por Mónica Delgado
En los primeros minutos de Un chien andalou (1929), el clásico film de Luis Buñuel y Salvador Dalí, un personaje corta el ojo de una mujer, provocando una ceguera simbólica que obliga al espectador a mirar hacia adentro. Este acto performativo de intervención, en el cual la mujer involucrada mira a la cámara, impulsa al espectador-testigo hacia un futura relación con el film: ante la imposibilidad de ver, queda imaginar, soltar el mundo interior del inconsciente. Así, surge un nuevo contrato, por ello, lo que se ve luego de esta interrupción de la función física de ver, exige valorar el poder de lo irracional que domina y construye un orden de lo fantástico en lo cotidiano. En C’est pas moi (No soy yo, en español), Leos Carax realiza una actualización del ingreso al ámbito del ojo interior al inicio de su mediometraje. En una escena, luce echado en una cama, boca abajo, durmiendo, sin embargo lo vemos escribiendo algo en una pizarra, palabras o frases sueltas, inconexas. Dormir no lo inhibe de realizar una de las tantas prácticas para el surgimiento del inconsciente: la escritura automática, herramienta básica propuesta por el surrealismo en su famoso manifiesto publicado justo hace cien años. Carax, cual Breton subyugado por la capacidad de escribir mientras se duerme, marca la posición de lo que veremos en los próximos minutos. La captura de un sujeto por las fauces del inconsciente.
Si bien C’est pas moi no es un relato de ficción surrealista, es un manifiesto o documento sobre los puntos de conexión estéticos de su filmografía, que solo pueden ser reintegrados desde este ejercicio del automatismo, en un proceso de reinvención dentro del sueño. Este halo onírico de las imágenes resignificadas que transitan por sus propios films Boys meet girls (1983), Mauvais sang (1986), Les Amants du Pont-Neuf (1993), Pola X (1999), Merde (2008), Holy motors (2012) o Annette (2021), entre otros, cobra una dimensión paradójica con un némesis conceptual y artístico, el materialismo de algunos films ensayos de Jean-Luc Godard. Es inevitable la asociación del estilo de este film con la apuesta formal de Histoire(s) du cinéma (1989-1999) o Le livre d’image (2018), no solo en el paseo de una memoria a través de algunos films, sino en la fragmentación narrativa, desde el montaje discontinuo, en las estrategias intertextuales o en el uso de la voz en off. Sin embargo, la citación a Godard queda grande, quizás porque efectivamente hay bastante ausencia de ese espíritu crítico y militante hasta los tuétanos, y que aquí queda reducido a un gesto autorreferencial, que incluso es complaciente con su propio universo fílmico. Carax recurre a la metodología del automatismo como si su cine hubiera sido hecho desde la pulsión y el cadaver exquisito, de la imaginería más salvaje que da a luz en medio de un tropel de bestias nocturnas; es más, nada de eso se revela en sus trayectos narrativos de aura sumamente romántica, de idealizaciones, donde la locura y el amor fou extraen a los personajes de sus entornos.
Como también pasa en film-ensayos godardianos, C’est pas moi es cine que habla del cine. Entre los films de Carax citados aparecen menciones a Lubitsch, Vertov, Vidor, Laughton, Epstein, Epstein, entre otros, mezclados con composiciones de Prokofiev o David Bowie, donde aparecen incluso voces de Mekas o Artaud. Referencias a filosofía, literatura y política, donde el diálogo con la actualidad política se vuelve un guiño, una mera mención con discreta reflexión crítica. Más bien, como dice el título, Carax trata de comprobar sus influencias, de restar particularidad a su cine para contrastarlo con sus inspiraciones, de hacer evidente las costuras de sus invenciones, como sucede en esa escena final de los titiriteros dándole movimiento a su pequeña y pelirroja Annette. Pese a ello, C’est pas moi es la sustancia del ente creativo de Carax. Asoma su estilo fílmico-poético, pleno de imágenes oníricas situadas en la cotidianidad de personajes marginales, y no por ello sin melancolía y rebeldía. Hace énfasis en sus seres surgidos del romanticismo trágico y destructivo, inmersos en ciudades como espacios de alienación y belleza, montados sobre soundtracks emblemáticos. Por ello, C’est pas moi es una película sobre aquello que hace la mano, como la del gesto automático que escribe en pleno sueño, y que luego es borrado por el ojo. Imágenes que se vierten en el mundo conectadas a un ojo interior en catarsis, quizás ahora ya cansado, con ganas de hacer recuentos y reencuentros introspectivos con el pasado como una posibilidad de ver. Carax nos revela que es oportuno cerrar los ojos y auscultar la propia memoria visual.
Dirección: Leos Carax
Guion: Leos Carax
Fotografía: Caroline Champetier
Edición: Nelly Quettier
Sonido: Lucas Doméjean, Thomas Edelin
Producción: Charles Gillibert
Intérpretes: Denis Lavant, Kateryna Yuspina, Nastya Golubeva Carax, Loreta Juodkaite
Francia, 2024, 42 min